Chris Mason es genetista y profesor asociado de Fisiología, Biofísica y Genómica Computacional; en el Weill Cornell Medical College; se encuentra estudiando, el cómo la especie humana puede adaptar los genes para habitar Marte.
Tuvo la oportunidad de dirigir uno de los 10 equipos de investigadores elegidos por la NASA; para poder comparar los cambios genéticos y fisiológicos, entre el astronauta Scott Kelly, que pasó un año en la Estación Espacial Internacional; y su hermano gemelo, Mark Kelly, quien estuvo un tiempo en la Tierra.
Los estudios de Mason
Durante varios años Mason, ha estudiado lo que sucede en nuestro organismo cuando estamos en el espacio; para ello en su nuevo libro: The Next 500 years: Engineering Life to Reach New Worlds; explica, no solo por qué es importante convertirnos en una especie interplanetaria; sino también qué cambios hay que hacer desde el punto de vista biológico para conseguirlo.
Actualmente, Mason trabaja en colaboración con la NASA, en el diseño del metagenoma para la vida en el espacio y también tiene la oprotunidad de colaborar en el 500 Year Plan, el cual consiste en un plan para asegurar la supervivencia a largo plazo de los habitantes de la Tierra.
Según Mason cree que las estimaciones que afirman que a la Tierra le quedan 4.700 millones de años antes de convertirse en inhabitable son demasiado optimistas. Para el investigador, si no sucede otro evento de extinción antes, como el impacto con un asteroide, nos quedan como mucho 1.000 millones de años en este planeta.
Genes para habitar Marte
Por ello, afirma Mason que tenemos el deber genético de proteger nuestra especie y buscar otros planetas que nos permitan seguir adelante, aunque la primera parada de ese viaje interestelar tiene que ser Marte, aunque no es considerado como el plan B, sino como el plan A. Ya que en algún momento de nuestra vida tenemos que salir del sistema solar. Tenemos que pensar dónde podemos empezar ese proceso.
Aunque para llegar a Marte aún faltan algunos retos tecnológicos y biológicos por resolver. El estudio genético que realizó Mason demostró que el cuerpo humano sufre cuando pasa mucho tiempo en el espacio. Scott, pasó 12 meses en la Estación Espacial Internacional, y experimentó pérdida de masa muscular, incluida la de su corazón, alteraciones en su ADN, descalcificación de huesos y alteraciones en su sistema inmunológico comparado con su hermano que se quedó aquí en la Tierra.
Afortunadamente el cuerpo humano es muy adaptable, ya que cuando uno vuelve del espacio, puede volver a la normalidad en su mayor parte. Pero no es agradable, es muy duro para el cuerpo”, afirma Mason.
Aunque el cuerpo humano no ha sido diseñado para habitar otro planeta, Mason piensa en que podría adaptarse a la alta radiación y la falta de recursos. Una de las herramientas fundamentales sería la terapia genética, la cual permita poder activar y desactivar partes de nuestro ADN.
Un cuerpo adaptable
El genetista afirma que el gen para fabricar nuestra propia vitamina C, se encuentra en nuestro ADN, solo que en una forma rota. «Lo que sabemos que funciona terapéuticamente es que se puede activar un gen para volver a encender algo, por lo que se podría volver a activar el gen de la vitamina C para la nutrición.»
El ejemplo más claro que podemos tener, es el tratamiento de ciertos trastornos sanguíneos como la beta-talasemia, la cual consistiría en activar un gen de la hemoglobina fetal que se desactivó al nacer.
Según el genetista Mason, el poder manejar las células nos permitiría vivir en el planeta que elijamos, a esto se llama libertad celular y planetaria. Independientemente de la modificación de cuerpos ya desarrollados, también se puede aplicar a la gestación de fetos en úteros artificiales de los cuales, les permita más probabilidad de sobrevivir en otro planeta.
Lo que plantea Mason se ve visto a 500 años, aunque el investigador cree que no tardaremos mucho en tener que ponerlo en marcha y así podremos habitar cualquier planeta en el universo.
