Casi medianoche, antes de salir del túnel ―en el tramo sin alumbrado― se apagan de golpe las luces altas del coche.

Gritos, alaridos, en zigzag sale el coche de la boca del túnel.

Es noche sin luna.

El hombre, al volante, aterrado, pisa el acelerador, nadie más a esa hora en la carretera; las luces se han fundido.

Se siente liviano; castañean sus dientes; tiembla; en la oscuridad, una mano fría, antes de salir del túnel, cuando apenas se fundieron sus luces, le recorrió la espalda,

…del cuello para abajo.

―Síííííí, del cuello para abajo. Así ―el hombre se lleva la mano a la espalda, en un intento por mostrar cómo y dónde fue que sintió la mano fría esa noche que cruzó sólo, en su coche, el túnel Muñiz.

 

Y cuando lo recuerda, se encoge, como si llevara aún el miedo en su cuerpo, en su rostro, en su memoria.

Ese relato lo escucharé en unos días, cuando ya esté de vuelta en Tuxtla Gutiérrez, como a 30 kilómetros de aquí. Pero hoy estoy aquí, no de noche, cruzando este oscuro y mal alumbrado túnel que es el centro de anécdotas e historias de terror que he venido escuchando en la vida.

Mide un kilómetro, y fue construido cuando la presa de Chicoasén, uno de los embalses con una de las cortinas más altas en el país, se erigió sobre el río Grijalva en 1975.

―Esta obra se cobró varias vidas ―me dirá al rato alguien que lleva una gran parte de su vida en esta zona.

He escuchado relatos de que de repente se apagan todas las luces del túnel y sientes que alguien te abraza, que vas sólo en tu coche y notas que llevas a una mujer de copiloto; que estás atravesando el túnel y sientes la helada caricia de una dama; que vas cruzando a toda velocidad y vez que delante de ti toma forma una mujer joven y de blanco; que ha habido gente que no ha tenido la oportunidad de contar lo que vio, porque de tan disparado que ha salido del túnel, se ha precipitado por las canteras.

Miedo.

Aquí siempre es de noche.

Aquí no hay luna; o hay lámparas prendidas o hay una oscuridad profunda.

Este subterráneo atraviesa un gigantesco cerro que a los lejos se ve rozando el cielo, coronado con jirones de neblina; tiene la pinta de algo amorfo, que esconde algo en sus entrañas.

Por eso, mientras camino, piso despacio.

Alguien me ha contado que aquí, cuando se construía este agujero, hubo un accidente que se llevó 20 vidas de un solo golpe.

Que también, cuando las obras, unos hombres violaron a una muchacha, la mataron y para esconder el cuerpo lo lanzaron a una ladera.

Sólo silencio.

He dejado atrás la boca del túnel, ese lugar donde están dos pequeñas capillas, con flores marchitas y unas veladoras apagadas.

He salido, lo he atravesado.

Estoy del lado de la cortina de Chicoasén.

Ubicado en la zona centro de Chiapas, en el municipio de Chicoasén, en el túnel Muñiz la muerte se invitó sola cuando la construcción.

Fue en 1975 que empezó el proyecto a cargo de la empresa ICA. Hombres dieron forma al pasaje, con largas horas de trabajo: el descanso era escaso y el peligro era un compañero tan cercano.

En menos de un año ocurrió el accidente que se cobraría aproximadamente 20 vidas, a raíz de un fallo en la seguridad, en el momento de la creación de los arcos del túnel. Una falta en el manejo de explosivos ocasionó un derrumbe. Aplastó a hombres que sólo trabajaban para sus familias.

Otro suceso. Se cuenta sobre una majestuosa mujer, quien fue violada por trabajadores que en su tiempo laboraban en la presa Chicoasén. Después de tal acción, la mataron: sin embargo, para ocultar las pruebas tiraron el cuerpo en las cercanías del túnel.

En 1985, el chofer de un autobús cuyo origen era Tecpatán con destino a Tuxtla Gutiérrez, notó la presencia de una mujer, quien le hizo la parada. Al notar que no había peligro, el chofer optó por subir a la dama, quien aguardó asiento cerca de él, pero antes de salir del túnel la joven había desaparecido lo que ocasionó que el conductor cayera en descontrol y sufriera un accidente que se cobró la vida de tres personas. Acaso fue la venganza de aquella mujer que sufrió los abusos de los trabajadores.

Las historias que rodean a este lugar son varias, pero casi teniendo un mismo contexto. Hombres y mujeres hablan de presencia de una mujer en las orillas de la carretera- Los testimonios mencionan que se sube a los autos en el trayecto del túnel.

Y parecida es la historia que escucharé dentro de unos días de la boca de otra persona en Tuxtla Gutiérrez, quien relatará que poco antes de salir del túnel Muñiz, en el tramo oscuro, se le apagaron las luces altas de su coche, y en eso sintió una mano fría que le recorría la espalda.

Mientras, vuelvo la vista y veo un coche entrando al túnel.

Es de día.

Pero quizá al rato o mañana el conductor esté contando otra anécdota.

Del oscuro pasaje.

 

 

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