Romper el molde y rebelarse ante el mundo

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Claudia Albertina Ruiz Santiz, es chef, cocinera y repostera, originaria de San Juan Chamula, perteneciente al grupo originario tzotzil; su formación educativa la realizó en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.

Más su desarrollo profesional, lo inició en cadenas hoteleras, para pasar a trabajar con el chef Enrique Olvera, fundador del reconocido restaurante Pujol; luego de convocar a Claudia, tras escribir el recetario de comida indígena: Veilitik, en español y tzotzil.

De igual forma, fue miembro del restaurante Máximo, del chef Eduardo García. Actualmente es fundadora de Xomaltak Maya, de filipinas artesanales para chefs; así como fundadora del restaurante Kokonó, y el restaurante Albertina 97. Es considerada, una de las 50 mujeres que marcaron la década de la gastronomía en la revista Gourmet de México.

Romper el molde

A los 17 años ya demostraba interés por la cocina, más desconocía que podía desempeñarme de manera profesional. En el pueblo, mis padres esperaban que me casara, tuviera hijos e hiciera mi vida al lado de un hombre, pero eso no era lo que yo quería.

No deseaba casarme, porque no tenía interés en que mi vida la contralara un hombre, una vez casada, en la comunidad, ya no eres dueña ni de tus propias decisiones; había visto a otras chicas casadas, que cortaban de tajo sus sueños y yo todavía quería vivirlos.

En mi familia, ya sea por parte de mi madre o de mi padre, nadie cuenta con un título universitario; por lo que deseaba ser la primera. Preocupada por mi actitud, mi madre me pidió que estudiara para ser maestra, era más redituable y no estaría vulnerable.

Más decidí que ese no era mi camino, quería dedicarme a mi sueños y no me sentía vulnerable como mujer, ni como indígena, me encontraba dispuesta a esforzarme y romper el molde que me habían impuesto.

Formarse como chef

Finalmente logré ingresar a la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, aunque existían otras escuelas de gastronomía, la mayoría son particulares; y no contábamos con los recursos para pagarlas.

En la escuela, comencé a vivir una realidad diferente, cuando me adentré al mundo de las prácticas profesionales; era una «mala vida», porque a los cocineras nos toca trabajar con el tiempo encima y bajo mucho estrés; a que todo debe ser los más perfecto para el comensal.

Pese a que otros lo considerarían «malo», a mi me gustaba ese mundo, por lo que busqué además de mis prácticas profesionales, comenzar a trabajar de medio tiempo en cadenas hoteleras.

Mis padres pronto se preocuparon, me veían cansada, comiendo a deshoras, faltando a las festividades, pero sabía que era un sacrificio que tenía que hacer para aprender; era lo que yo quería.

La sorpresa fue cuando elaboré mi tesis, el recetario llamó la atención de uno de los mejores chefs de México: Enrique Olvera; me llamó para saber si podía presentarme en Ciudad de México, pues deseaba que le asistiera en su restaurant: Puyol.

Me alegré mucho, no tenía miedo en mi corazón, había trabajado tanto que soportaría el ritmo de trabajo, pero al llegar; pude notar que la presión era diferente, era la sensación de estar en un lugar reconocido, y decidí volver ese lugar, mi nueva escuela.

Rebelarse ante el mundo

Tuve la necesidad de regresar a ver a mi familia, y quedarme en San Cristóbal de las Casas; ahí me llegó el animo del emprendimiento, deseaba independizarme por lo que pensé en abrir una pastelería, pero se me presentó la oportunidad de abrir un restaurante.

Claro que había soñado con el restaurante, pero asumí que lo lograría a mis 40 años, vi la inauguración de un negocio de las dimensiones que yo deseaba y era mucho el dinero que se necesitaba, así que seguí pensando en la pastelería y pedí un préstamo para comprar materiales.

Un amigo me ayudaba con la búsqueda del local, un día me habló y me mostró el espacio que consideraba el adecuado; me enseñó los requisitos y acordamos que ese, sería el lugar que rentaríamos.

Tres días después mi amigo me marcó, y me pidió que nos encontráramos; pensé que el local ya no podría ser rentado, más me comentó que había una nueva condición para concluir la renta; tenía que poner un restaurante y no una pastelería, al parecer era hora de dar a conocer mi nombre.

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