Una frase que se le atribuye a Paco Igacio Taibo I, sobre el origen de las leyendas, es que «este suele ser tan viejo, que los hombres, para no olvidarlas, las reinventan una y otra vez».
En una tarde de ocio, mientras navegaba por la siempre densa web, llamó poderosamente mi atención un breve relato, una leyenda que solía contarme mi padre a la luz del candil y que se ha reinventado para las nuevas generaciones.
Pese a que el escenario campirano es sustituido por el entorno urbano y la noche omnipresente se rinde ante las luminarias led; un temor básico se puede apreciar en estas historias, el miedo de ver animales que actúan como humanos.
Perro que come cereal
Un joven de nombre Samuel Trejo, mexicano, seguidor de la maquina azul, salió con su padre, su tío y su dos primos a disfrutar de un partido de fútbol soccer, luego de un día de diversión, retornaron a la casa del tío.
Apurados por la necesidad de ir al baño, los dos primos bajaron de manera precipitada y se internaron en la casa; mientras Samuel permanecía con su padre y su tío en el auto.
Gritos de desesperación provenientes de la casa, quebraron la calma, los mayores se apresuraron al lugar y encontraron a ambos primos en estado de shock.
El primo mayor gesticulaba un grito ahogado, mientras convulsionaba intentando permanecer de pie. Su brazo, completamente estirado apuntaba con el dedo índice a un espacio vacío del comedor, los mayores intentaron calmarlo y detener sus movimientos, más fue el terror el que hizo que finalmente se desplomara.
El primo menor, sollozaba agazapado, intentando observar al suelo. Ninguno de los primos brindó respuestas; preocupados, revisaron el lugar al que apuntaba el primo mayor; encontraron un tazón de cereal a medio comer, una silla en el suelo y la puerta trasera abierta.
No había dudas, alguien había entrado en la casa, había tenido el descaro de comer dentro y de alguna manera asustar a los primos.
El primo mayor enfermó gravemente y falleció, más el primo menor pudo reestablecerse, cuando le preguntaron, que había visto, la respuesta generó confusión: «el perro come cereal con cuchara».
Los testigos reían a la ocurrencia del niño, risas que se apagaron, cuando describió a detalle una figura peluda, similar a un perro, quién sentado como un humano, comía cereal con cuchara en el comedor; sorprendido por los recién llegados, el animal interrumpió su desayuno, se irguió sobre sus dos patas y salió de la casa entre gritos.
Animales que actúan como humanos
La historia que me contaba mi padre, versaba sobre animales que actúan como humanos, ante el abuso de las personas, nos recriminaban imitando nuestra conducta, ya fuera hablando o caminando en dos patas.
Una versión del libro Cuentanos lo que se cuenta, de la Editorial CONAFE; nos narra la historia de un carbonerito que realizaba su trabajo con ayuda de su fiel perrita y su incansable burrito, en tiempos de lluvia, el carbonero tuvo que castigar continuamente el burro por no poder avanzar en los caminos enlodados.
Desesperado por los constantes abusos, el burrito increpa al dueño, preguntándole por qué le hace daño, asustado por la voz animal, el carbonero huye junto a su perrita, quien da el remate a la historia, exclamando que nunca había escuchado a un burro hablar.
Leyendas con una base similar
Aunque estas últimas leyendas podrían parecer más de reflexión, y la del perro que come cereal con cuchara, al terror, sorprende ver la base de un mismo temor; la idea de que lo que consideramos normal cambie, animales comportándose como humanos.
La otra respuesta, la que también gusta a los lectores de la leyenda urbana del «perro comiendo cereal con cuchara»; es que aquello no era un animal, sino un hombre disfrazado de animal; esa mística también la podemos encontrar en México, en las leyendas de personajes capaces de transformarse en animales, pero eso, lo dejaremos para otra historia.
