Se han construido muros para la defensa militar, para separar poblaciones, delimitar territorios y hasta ideologías; pero ninguna, ha sido tan noble como la gran muralla verde africana, que intenta detener el amenazante avance de la desertificación.
Desde tiempos remotos, se sabe que la estrategia para combatir un territorio poco favorable, es no hacerlo y migrar a zonas con mejores condiciones; tal y como lo hicieron los antiguos egipcios, cuando parte del Sahara comenzó su transición de paraíso verdoso al desierto que conocemos actualmente.
Aunque el nomadismo parece la solución viable, no es la única, por lo que siempre existirán personas, dispuestas a plantar cara al problema e intentar solucionarlo.
El avance de la desertificación
En 1927, el zoólogo y guardabosques francés Louis Lavauden observó que el desierto comenzaba a ganar terreno a las regiones verdes africanas y estas perdían fertilidad; a este fenómeno lo llamó: desertificación.
La desertificación era y ha sido, beneficiada por las actividades humanas: la siembra, el pastoreo y la deforestación. Para ese entonces el Sahara le quitaba por año 7,200 km de territorio al Sahel; y en la actualidad se estima que es un 10% más de este cálculo.
Hay que entender, que mientras descendemos de norte a sur, por el continente africano, encontramos primero la zona mediterránea, luego al gran desierto del Sahara; después nos nos topamos con el Sahel, una zona de transición antes de llegar a la sabana subsadiana, las selvas tropicales y la sabana africana; más al sur.
La gran muralla verde
En 1952, el biólogo y activista inglés: Richard St. Barbe Baker, observó la capacidad de los arboles para nutrir el suelo arcilloso de la región, por lo que propuso crear una gran muralla verde compuesta por 50 km de arboles, que defendieran el Sahel de la amenaza de la desertificación.
El planteamiento parecía una locura, pues se intentaría cubrir desde la costa del atlántico hasta la costa del mar rojo; 5,400 km de longitud; pero en 2005, la Unión Africana decidió retomar la propuesta al notar que 232 millones de personas eran afectadas por los 554,000 km2 que el desierto había robado.
Dos años más tarde, nacería la «Iniciativa de la Gran Muralla Verde del Sahara y el Sahel«; con los 11 países afectados, unidos a esta propuesta; en la actualidad son un total de 20 países involucrados en la magna reforestación.
Mujeres que logran un cambio
En esta historia destaca Wangari Muta Maathai, una ecologista keniana, que en la década de los 70’s, adelantándose a todos, formó el «Movimiento Cinturón Verde«; una entidad no gubernamental con sede en Kenia, que volcaba sus esfuerzos en la reforestación, la protección del medio ambiente, la capacitación y el desarrollo comunitario.
Maathai era una mujer enérgica, fue una de las primeras de su país en alcanzar un doctorado, y en trabajar como profesora e investigadora; su personalidad fuerte le causó problemas con algunas personas, entre ellos su esposo y un juez que le mandó a la cárcel, más sus esfuerzos de reforestar y capacitar a sus compatriotas, fueron reconocidos al obtener en 2004 el Premio Nobel de la Paz.
De la propuesta a la acción
A más de una década de trabajos, cada país ha presentado sus resultados, por ejemplo Senegal informa haber plantado más de 12 millones de árboles; mientras que los demás países manejan estimaciones entre 15 a 3 millones de hectáreas recuperadas.
Algunos de los problemas a los que se han enfrentado los países y organizaciones, involucrados en este gran proyecto; son la inconsistencia de los apoyos, lo amplio del espacio a recuperar, la corrupción gubernamental y la inestabilidad política;
El objetivo a 2030 es recuperar 100 millones de hectáreas, además de lograr 17 objetivos en la línea del desarrollo sostenible; de los cuales se han alcanzado 15; si bien al principio solo se buscaba reforestar, las acciones de los involucrados han combatido el hambre, la pobreza, el cambio climático; además de fomentar la igualdad de genero, la paz, la salud y la educación.