En San Antonio Bombanó uno se pregunta cuántas comunidades como esta habrá en el mundo.  De visitante se tiene la impresión de que éste siempre ha sido un lugar boscoso o selvático donde la gente se ha ido abriendo espacio para ir encajando sus viviendas. Pero esta tarde, mientras una ligera lluvia resbala sobre los techos de las casas y las copas de los frondosos árboles, Juan Chanona Gutiérrez cuenta que esta planicie de aproximadamente 30 hectáreas era un completo descampado. De tres generaciones para atrás los habitantes de uno u otro lado veían quién entraba o salía de la localidad. Pero paulatinamente esa extensa vista se fue limitando conforme la propia naturaleza iba recuperando zonas y la gente avanzaba en la cultura ecológica. Primero ya no se vio quién se asomaba o salía de la entrada principal del pueblo, luego tampoco quién o quiénes andaban por las calles o veredas internas y por último la vegetación cortó casi de tajo la perspectiva de una casa a otra.  San Antonio Bombanó, que en lengua indígena soque quiere decir donde brota el agua, es un paraíso natural limpio y fresco a orillas de carretera, a 12 kilómetros de Tuxtla Gutiérrez, la ciudad capital de Chiapas. Quizá sea la única comunidad realmente sostenible en el Sur de México, sino es que en todo el territorio del país.

 

 

San Antonio Bombanó, asentado en el municipio de Berriozábal junto con su subdivisión denominada San Pedro Bombanó, suma un promedio de 170 familias. De calles empedradas, casas de cemento y sobrias infraestructuras públicas para practicar el deporte y el arte, recibir educación y lograr los acuerdos comunitarios, esta tarde de martes guarda una tranquilidad cercana al silencio profundo. Es como si el ambiente o el pueblo concordaran para que se escuche la suave voz de Juan Chanona Gutiérrez, porque hasta las gotas que caen de las hojas y del alero de la casa suenan como mero punteo al lento ritmo de sus palabras. Tiene el hombre de 66 años un tono despacio y bajo pero con esa claridad cómplice del canto o música para momentos de reflexión. Porque aquí, como parte de la visión de comunidad sostenible heredada por los abuelos y enseñada a los hijos e hijas y a los nietos y nietas, se medita y conversa sobre los pasos a seguir en el camino del crecimiento integral.  Una vez analizados los temas se conversa y dialoga, siempre con respeto, para tomar la mejor decisión. Chanona Gutiérrez, quien ha sido agente municipal durante 15 o 16 años, dice que en la tranquilidad que marcan las pláticas comunitarias se observa el trabajo coordinado que hacen las religiones presentes en la localidad, porque en San Antonio Bombanó, lejos de sembrar el odio y la distancia entre sus feligreses, las expresiones religiosas ―católica, adventista, presbiteriana, pentecostal y testigo de Jehová― procuran que haya unidad.

 

San Antonio Bombanó celebró su primer centenario en 2017, porque sus moradores saben que en 1907 hubo una remedición de las tierras.  Realmente fue la celebración de una fecha simbólica, porque nadie sabe a ciencia cierta cuándo se asentó la primera familia o se asentaron las familias fundadoras en la planicie. Se cuenta con información de que antes de la revolución mexicana el área formaba parte de una finca de 390 hectáreas en las que campeaban los dominios de una familia de apellido Esquinca. Esa extensión propiedad privada se fue fraccionando conforme pasaron los tiempos y se asentaron otras familias que fundaron sus propias rancherías. De manera que San Antonio Bombanó, donde radican hombres y mujeres de unos ocho apellidos principales, se ha erigido como bastión único sobre un área donde constantemente se plantan árboles, se evita la quema para sembrar milpa, se cuidan los 150 mil litros promedio de agua que llega cada semana desde una toma lejana, se reúsa el agua, no se permite el derrame de aguas negras y tampoco que se tire basura en las calles, se prefieren las vías empedradas y se fomenta la producción para el autoconsumo.

 

 

Cuenta Juan Chanona Gutiérrez que aquí todo empezó de manera formal a finales de los 70 y principios de los 80. Los hombres y las mujeres, herederos del respeto por la naturaleza y el prójimo y la solidaridad entre sí, empezaron a tomar medidas concretas para constituirse como una comunidad sostenible en una porción de tierra descubierta y maltratada por la ganadería extensiva.  Ahora, los niños saben que no sólo no deben tirar la basura en cualquier lugar sino que deben separarla antes de buscar un depósito. Para los residuos sólidos inorgánicos están los recipientes colocados a corta distancia uno de otro en todas las calles, y en cuanto a los orgánicos saben que éstos sirven de abono para las plantas y los árboles. ¿Cómo han ido aprendiendo? En primer lugar, en la familia; luego, en las escuelas y en las iglesias, y en último lugar en esas campañas que ponen en marcha las instituciones del Estado, porque aquí son bienvenidas las acciones que contribuyen y rechazadas las que destruyen. Algo que podría estar cercano a lo último  ocurrió hace poco, cuando llegó de visita un joven político: inmediatamente acomodó su discurso y quiso dar a entender que lo que es San Antonio Bombanó es realmente el reflejo de su visión política. Para llegar al avance en que están, los hombres y mujeres de esta comunidad han sido parte de una transformación con su entorno durante años. Aquí la sostenibilidad es la vida misma de cada una de las personas, de cada una de las familias y del mismo San Antonio Bombanó como una colectividad.

 

 

Mientras cae la lluvia y las gotas suenan como si estuvieran marcando los segundos de los minutos de esta tarde que se ofrece oscura como preludio a la noche, Juan Chanona Gutiérrez dice que esto de comunidad sostenible no se da de manera automática. Hay que trabajar y no todo es miel sobre hojuelas, porque también hay gente reacia a aceptar la visión de una mejor vida. Hay personas que quieren seguir quemando para la milpa; unos que quieren tirar árboles y no plantar. Y aquí en San Antonio Bombanó las tierras son propiedad privada y si alguien las compra, a ese alguien no se le puede imponer las prácticas de sostenibilidad. Se espera que vea cómo se vive y se integre. Pero también es cierto que esto no acaba de empezar, ya tenemos referentes en nuestra historia, comenta. Y en este punto, un académico que nació en la comunidad hace una precisión. Se expresa con cariño de Juan Chanona, y relata que lo que este hombre platica es lo que sus padres Ausencio Chanona y Agustina Gutiérrez le enseñaron. Juan Chanona, quien sólo cuenta con estudios de secundaria, tiene el liderazgo natural que distinguía a su padre, un hombre que en los últimos años de su vida perdió la vista pero seguía inspirando sobre cultura ecológica con esas palabras que a uno lo hacían imaginar que estaba disfrutando de la vista de árboles hermosos, de arroyos límpidos y calles limpias. Y Agustina, agrega Arsenio Gutiérrez, es esa mujer a la que se le quiere en toda la comunidad. Sus consejos y experiencias son escuchados cual oráculos de vida. Entonces Juan Chanona Gutiérrez es también ese hombre al que se recurre para reforzar o aclarar algunas ideas que se tengan sobre actividades que afectan a la comunidad, aunque a estas alturas de su vida también ya se han empezado a perfilar los nuevos liderazgos bajo el mismo espíritu de construir una comunidad ecológica e integral.

 

 

Las comunidades sostenibles no son estáticas, son dinámicas. Constantemente revisan sus acuerdos y los van ajustando acorde con los nuevos tiempos. Y eso es lo que ocurre en San Antonio Bombanó. Esa fue una de las bases que los primeros habitantes enseñaron a sus hijos e hijas y eso es lo que ahora siguen enseñando en los hogares, en las escuelas, en las iglesias y en los lugares de reuniones. Entre todos los representantes de familia se revisan las deficiencias y cualidades de San Antonio Bombanó, se descubre qué falta y qué se puede hacer y cómo se puede hacer. Regularmente apenas se está concluyendo alguna acción y ya hay otro tema sobre el qué conversar y acordar. Y se vuelve al diálogo, en el que tiene cierta influencia la religión mediante los principios del respeto y la solidaridad, porque en esta comunidad hay la vocación para hacer lo posible bajo el principio de que todo es perfectible y se sabe que el compartir sanamente mejora la vida, como el intercambiar productos del huerto o las aves de traspatio. Por ello existen comités sobre cada tema base, como la educación, salud, agua, obra pública y basura. Y cada integrante tiene en claro que entre más solo se aborde un problema menos posibilidades se tiene de avanzar. Ese espíritu de convergencia los lleva a comulgar con todos en el tema comunitario a pesar que no pertenecen al mismo credo religioso, y también aplicar las recomendaciones que reciben de instituciones foráneas o hacer las gestiones en casos necesarios. Por ejemplo, recientemente algunos habitantes tomaron talleres sobre el uso del agua y los efectos de la aplicación de agroquímicos. Hoy algunos presenciaron la puesta en marcha de una planta tratadora de aguas residuales de un pueblo cercano, pero que lo tramitaron ellos para evitar que esas aguas infestaran una micro cuenca que les pertenece. Y en un rato, en cuanto termine esta plática, Juan Chanona anunciará mediante un altavoz que mañana llegará una brigada médica.

 

 

Eso sí, aquí en San Antonio Bombanó en los últimos cinco o seis años la visita de brigadas ha sido una constante. Viene gente de Chiapas, de otros estados del país y también del extranjero. La comunidad, ubicada a siete kilómetros del pueblo de Berriozábal y a ocho kilómetros de Ocozocoautla, se está internacionalizando. De esto da cuenta primero el académico Arsenio Gutiérrez, quien figura en la lista de personajes destacados en una monografía de la localidad elaborada por varios autores, entre ellos Juan Chanona, y prologada por el escritor Héctor Cortés Mandujano. Y luego, Juan Chanona relata que en mayo pasado estuvieron unos jóvenes peruanos en la localidad, para intercambio cultural con los habitantes. San Antonio Bombanó correspondió con su música de guitarras, de marimba, sus bailables y sus platillos tradicionales soques, porque las raíces culturales de la mayoría de los pobladores están en ese pueblo nativo y las están promoviendo a través de la Escuela de Arte para la Transformación Integral de la Comunidad. También han recibido la visita de checoslovacos. Y entre otras actividades como la presentación de un libro, en octubre una universidad privada entregó en la localidad el distintivo Honoris Causa a la teóloga Elsa Tamez. Hace poco una universidad de Nicaragua planteó la posibilidad de abrir un campus en la comunidad, así como también otra institución de educación superior quiere que San Antonio Bombanó sea la sede de una licenciatura. Con todo esto, expresa Juan Chanona Gutiérrez, una vez levantado de un mullido sillón en el recibidor de una quinta con un amplio campo selvático, para concluir la plática, uno dice hay algo aquí, que por eso viene la gente a visitarnos.

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