Cuenta el poeta César Trujillo que en él la poesía nace de la tradición oral.

​Y cuando lo dice, levanta la vista, se aprieta las manos y evoca:

Niño o adolescente, fin de semana, camina tras el abuelo José Sánchez en algún lugar de los altos bosques de Yajalón. El viejo, lingüista y funcionario de la justicia, silba, canta y pronuncia, entre el arrullo del aire y el siseo de las hojas y el murmullo de arroyos, armoniosas y etéreas palabras cada que nombra un momento o algo de la naturaleza para el nieto, desde las alturas que señorean el largo valle sobre el que se despliega el pueblo que ha pasado por una bonanza económica derivada de la producción del café. César oye música en el juego de palabras, de la voz del abuelo, y disfruta de las imágenes naturales. Se sabe cómplice del abuelo.

​Asomo de sonrisa. César, este mediodía en el Museo del Café de Chiapas, saborea el recuerdo. Es lunes, apenas volvió de un viaje que hizo a la ciudad de Palenque para recibir el premio nacional de poesía Ydalio Huerta Escalante y de una lectura de poesía en público en Villahermosa, Tabasco. Pero aquí, junto a la mesa de fresca madera de pino, se lo nota relajado. Y dice que esa música, la de los paseos en el campo, en los altos cerros de esa región de Chiapas, la encontró también en su adolescencia, cuando una profesora de secundaria pedía a sus alumnos investigaran la biografía de algunos poetas y transcribieran algunas de sus obras. Así, por vez primera, aparecieron en la vida de Trujillo los poemas de Lamartine, Lord Byron, Amado Nervo y Manuel Acuña. Pero cuando menciona al poeta de Coahuila, autor de Nocturno a Rosario, César Trujillo se suelta las manos y levanta la derecha; se endereza sobre el asiento.

​Recita:

 

PUES bien!  yo necesito 

decirte que te adoro, 

Decirte que te quiero 

con todo el corazón; 

Que es mucho lo que sufro 

que es mucho lo que lloro, 

Que ya no puedo tanto 

y al grito en que te imploro 

Te imploro y te hablo en nombre

de mi última ilusión. 

 

Una dama mira absorta al poeta que se yergue de la silla. Es como si estuviera leyendo las notas y siguiendo el ritmo del breve canto en el amplio vestíbulo del museo ubicado en el centro de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. Otras personas —hay poca presencia en el lugar este mediodía— viran hacia el poeta, un hombre de una estatura que alcanza el metro 70 y de complexión ancha, pero de maneras suaves y seguras, aunque no siempre haya sido así en las etapas de adolescencia y juventud. Fluyen, en un ambiente ligeramente caluroso, evocativos los primeros versos de Nocturno a Rosario. Termina y quedan el timbre de la voz y las imágenes al aire. Cuando conoció ese poema, César Trujillo, quien nació en 1979, empezaba a escribir los primeros acrósticos de amor para ser el motivo de desvelo de alguna que otra adolescente. En la escuela había chicos más populares, pero él se sabía inteligente.

—Sabía, de niño, que era inteligente —lo dice sin jactancia.

César, y más cuando habla de sus primeros años de vida y de esa convivencia íntima con sus padres, platica con profundo aire de respeto. De ese universo infantil, del que formaban parte una casa con un árbol de toronja en el patio central, bajo el que se sentaban a jugar y platicar con los hermanos Francisco y Lupita; un amplio y arbolado patio interior que comunicaba a la casa de unos tíos y de los abuelos y una sala en la que en el mueble de los aparatos electrónicos se observaban también unos manuales de cocina y costura y unos libros de biología y anatomía, identifica la semilla de la creatividad. Mamá, Irene Sánchez, hacía de poca cosa para la comida toda una obra de arte. Únicos los postres de mi madre, los pastelillos de tres capas, confiesa con cierto orgullo. Y el papá, Francisco Trujillo, comerciante de materiales para la construcción, era quien le iba mostrando lo que iba ocurriendo en el mundo. Estaba suscrito a las publicaciones de Reader’s Digest, y constantemente recibía promociones de libros. Y además de las palabras del abuelo, quien hablaba varias lenguas indígenas, también estaban los libros de texto gratuitos de primaria.

—¿Te acuerdas de los libros de primaria? —pregunta.

De inmediato, sabré que lo que él recuerda principalmente son los fragmentos de textos clásicos de la literatura mexicana y universal, como Macondo, Luvina, Canek, El Principito, que venían en los libros de español de lecturas de primaria. Él los leía y releía e imaginaba los lugares, pero muchos de estos textos se fueron quedando fuera de las ediciones en los tres o cuatro cambios profundos que durante casi sesenta años han sufrido los libros de texto gratuitos de la educación básica en México, así como también, en nombre de la modernidad, se fue transformando su entorno cercano y privado del hogar: la casa dejó de ser esa construcción que era una combinación entre lo artificial y lo natural y que permitía una amplia convivencia familiar y se transformó en un cajón que parecía más encierro que un espacio donde vivir. La nueva arquitectura se desentendió de los árboles, algunos de los cuales fueron derribados, como la mata de toronja donde en las mañanas y tardes posaban pájaros cantores. En el patio interior se levantaron muros que delimitaron el área que pertenecía a la casa de los tíos y de los abuelos. La mano del hombre hacía pedazos su universo infantil, pero, alegremente, descubrió que un mundo fantástico y diverso permanecía incólume en los textos literarios. Porque para César, y así lo expresa a estas alturas de su vida, ya con el premio Timón de Plata del Instituto de Artes de Querétaro y la Marina, los premios Rodulfo Figueroa e Ydalio Huerta Escalante y Juegos Florales de San Marcos Tuxtla, con cinco libros publicados y tres por publicar, la poesía es la puerta de acceso a una visión diferente en medio de un proceso de deshumanización que está viviendo el mundo. Y también lo dice de esta manera:

—Si no escribo, me vuelvo loco y muero.

Leer y leer y escribir y escribir y retroalimentarse. Confiesa el poeta que ese es el triángulo de la eterna vida, porque el ser un poeta es un oficio y como oficio lo tienes que hacer toda la vida. Y él, quien se define más como un hombre de excesos, aspira con la poesía a ser mejor persona, mejor ser humano. Por eso, al final de la plática, dirá No escribo porque quiera obtener premios, escribo porque eso es lo que soy. ¿Pero han llegado los premios, los reconocimientos? Sí, sí. Antes, cuando ya escribía, porque escribo desde los 14 años, me creía antipoeta, sentía que escribía sólo para mí, pero eso es falso. ¿Quién no quiere que lo lean? ¿Aunque sea sólo una persona? Y así fue como en 2011 conoció al poeta Edgardo Nieves Mieles, quien le abrió la oportunidad de publicar su primera plaqueta, Laberintos, en Puerto Rico. Tres años después llegaría el primer premio, el Timón de Plata, con su tercer libro.

Pero antes de la primera publicación, César Trujillo Sánchez tenía entre sus fuertes experiencias el primer desamor, cuando una chica de 14 años vio que era demasiado el alejamiento del muchacho que se encerraba días en casa para prepararse para unas olimpiadas de matemáticas; el formar parte de una pandilla de muchachos que medían fuerzas con las pandillas de otros barrios, para desahogar lo que eran; el dejar la casa de los padres a los diecisiete años para continuar con los estudios y abandonar la carrera de Ingeniería Civil en los primeros semestres para estudiar la carrera de literatura; el tener una convivencia cercana con la abuela paterna, Blanca Margarita, la mujer a la que le encantaba lo autóctono, la cosmogonía indígena, en una ciudad tan multicultural como San Cristóbal de Las Casas, quien le enseñó más acerca de esos signos e imágenes de los pueblos nativos del sur de México; la muerte del abuelo José Sánchez, el abuelo materno, quien fue funcionario del Ministerio Público y hablaba varias lenguas indígenas para entender y ayudar a los indígenas; los cigarros y el alcohol, y una enfermedad, conocida con el nombre de Guillain Barré, que lo postró meses en la cama. En palabras sencillas, él dice que la enfermedad le desconectó la comunicación entre la cabeza y el cuerpo; pensaba, generaba, hablaba, pero la orden no pasaba al cuerpo. Tras una ligera mejoría, mediante tratamientos médicos, se centró en las terapias para empezar a mover el cuerpo, a ponerse de pie, a desplazarse y retornar al trabajo de redactor que aún mantenía en uno de los principales diarios de la capital de Chiapas. Contaba 29 años.

César Trujillo se matriculó en 1999 en la carrera de Lengua y Literatura Hispanoamericana, en la Universidad Autónoma de Chiapas, a seis horas del pueblo donde nació. ¿De cómo renunció a la carrera de Ingeniería Civil? En uno de los momentos en que él se encontraba leyendo en la Facultad, se le acercó uno de sus maestros más cercanos y con unas cuantas palabras le hizo ver que lo suyo era la literatura, que mejor se pusiera a estudiar literatura, que se dedicara a lo que realmente quería: ser escritor. Ahora, aquí en la mesa, cuenta que estudió literatura para ser escritor y que es durante la carrera cuando empezó a leer literatura más acabada. Ejerce el periodismo, ahora mediante un portal propio y una columna que lleva por nombre Código Nucú, una conjunción de términos mestizo e indígena zoque, pero poeta es lo que es. Ha publicado los libros Laberintos, Donde termina el país de las maravillas, De corazones y cardiopatías, Bitácora del capitán Francisco de Ulloa y Evocación de la infancia. De sus obras, una trilogía, de la que forman parte Evocación de la infancia y La casa que fuimos (ganador del premio nacional Ydalio Huerta Escalante y aún no publicado), cuenta su vida y la de su familia. Hablar de uno mismo es también un acto revolucionario, sentencia. Es ser transparente. Es abrir de par en par el pecho y estar dispuesto a recibir la lluvia de disparos. Por ello, la poesía de César Trujillo es también un canto a lo íntimo, a lo familiar y al tiempo.

Y en el poema Mi abuelo tenía una nube azul en uno de sus ojos, del libro Evocación de la infancia, desvela:

 

Yo imaginaba que en su ceguera

se encontraba el paraíso

donde nos juraba que iríamos

si nos portábamos bien.

 

 

 

 

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