Se le oye contento, con un gran elefante al fondo de sus dominios.
A uno le da por querer saber cómo le hace este hombre en un contexto marcado por la crisis de la pandemia del COVID-19 con animales bellos y de colores vivaces bajo su control en una pequeña localidad de Chiapas, en el sur de México, pero este sábado al mediodía no se le escucha que esté muy preocupado.
―Ya lo estuve ―lo dirá al rato.
Mientras, da detalles de que el paquidermo, el que está al fondo de su patio, debió entregarse en diciembre, pero no pasó a recogerlo el dueño o quien lo encargó en el segundo semestre del año pasado.
―Ese elefante se irá al estado de Durango ―dice Filemón Aguilar Díaz.
Es uno de los tres elefantes grandes que ha fabricado en lo que lleva de crear animales fantásticos y otras figuras y utensilios con llantas viejas. También ha creado dos pequeños. Y en cuanto saque unos pedidos que tiene, se pondrá a trabajar en otro elefante grande.
Con una casa con amplio patio a orilla de carretera, en la colonia La Gloria, del municipio de Venustiano Carranza, en estos días de agosto Aguilar Díaz está trabajando en la creación de dos pavorreales. Cada uno tendrá una altura de dos metros, una anchura de dos metros por los penachos y una longitud de 80 centímetros desde el pico a la cola. Son encargos. Apenas los termine, comenzará a trazar un helicóptero en el que bien caben con soltura un par de personas.
Luego, seguiría el paquidermo.Conocí a Filemón Aguilar hace un año, justo en el mes de agosto; lo encontré, en su taller Idearte Monchito, detallando unas motocicletas hechas de desechos de llantas para columpios. Trajinaba con su ayudante, en medio de lo que parecía un parque de animales: guacamayas, tucanes, búhos, quetzales, ranas, unicornio, peces, pelícanos, garzas, y también un espacio para ensamblar tractores y otros vehículos. Un tractor aguardaba los trabajos de acabado. Pero entonces, ya muchas de sus creaciones habían encontrado acomodo en otros pueblos y municipios de Chiapas y de otros estados, hasta en el extranjero, ya que la carretera que pasa frente a su casa es una vía transitada por camiones que transportan la producción de una industria azucarera hacia otras partes de la República Mexicana y fuera de la misma.
Fue su fama la que llegó primero a mis oídos. De 43 años, padre de familia, lleva cinco años creando animales con llantas de desecho. La atracción de sus creaciones ha significado esta vez una oportunidad para sobrellevar la dificultad económica derivada de la pandemia. Cuando iniciaron las medidas de Quédate en Casa y Sana Distancia, para tratar de controlar los contagios, tenía pedidos que representaban dos meses y medio de trabajo, por lo que cerró la puerta principal del taller y se puso a trabajar dentro en la creación de varios animales, asistido por su ayudante, y con las debidas medidas sanitarias.
Cuando llegaba alguno que otro comprador, respondía que no había piezas para vender, además de que no contaba más que con unos maceteros. Era una manera de acatar las recomendaciones de las autoridades de salud.
Ahora que Chiapas ha abandonado el semáforo rojo, ya ha realizado una que otra venta. Pero antes, estaba prácticamente desierta la carretera que pasa frente a su casa, era como si se encontrara bloqueada.
―Llegué a pensar en que se afectaría más la economía ―dice.
En la localidad, de unos mil habitantes, los balnearios y restaurantes se cerraron. Casi no transitaba gente en las calles. Él salía con cierto temor al contagio cuando tenía que ir a conseguir materiales y volver al taller para continuar con la creación.
Así concluyó unas jirafas, unos venados.
―Había que salir adelante con lo que se tenía ―habla con la alegría de alguien que ha tenido la oportunidad de poder capotear un momento difícil.
Dice que la pandemia nos debe llevar a preguntarnos sobre quiénes somos, cómo somos con los demás y qué es lo que tenemos para seguir.
―De una u otra manera, uno debe salir adelante ―se le oye en el teléfono.