Doctor colombiano cumple promesa en Chiapas

Esta es la historia del epidemiólogo José María Puentes Peralta, del departamento de Córdoba, Colombia, que está ayudando a salvar vidas en la pandemia del COVID-19 en la frontera sur de México

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El día que ocurrió lo de su hermano, el médico José María Puentes Peralta prometió ayudar a cuantos pacientes fuera posible para que salgan adelante.

Tenía el juramento hipocrático, que compromete a una buena acción a toda persona con estudios en medicina, pero esta promesa estaba atada a los vínculos de su misma existencia.

Tenía 33 años mi hermanito ―lo dice con cariño.

Calla, un rato.

Se aclara la garganta. Retoma la plática por teléfono. Quebradas se oyen sus primeras palabras.

No quiero que otra persona sufra como yo sufrí.

Se le oye repuesto.

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Son las ocho de la mañana y el epidemiólogo José María Puentes Peralta dice que lleva cuatro horas trabajando en su consultorio particular.

―Estamos echándole ganas porque la gente necesita ―apunta.

Este sábado 11 de julio las cifras oficiales del COVID-19 en Chiapas, en la frontera sur de México, suman 4555 casos y 349 defunciones.

Puentes Peralta atiende pacientes sintomáticos desde finales de abril, y de cada cien personas que atiende un promedio del 50 por ciento son sintomáticos del COVID-19 y de estos algunos que se han hecho pruebas en laboratorios no acreditados por la Secretaría de la Salud han salido positivos.

―Los casos existen― suelta.

Supe del médico Puentes Peralta por algunas voces que en medio de la emergencia sanitaria decían que había un doctor ayudando también a salvar vidas en Tuxtla Gutiérrez.

―Mi padre ya no hablaba, estaba en la cama; se levantó ―dio su testimonio la hija de un hombre que llegó a requerir de oxígeno artificial.

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Originario del departamento de Córdoba, en Colombia, José María lleva ocho años viviendo en la capital de Chiapas, tras su llegada a México desde que tenía 17 años. Es maestro en Epidemiología y cuenta con una licenciatura técnica en radiología. Hizo su especialidad en Brasil. Dice que conoció Chiapas por su esposa, una cardióloga, también originaria de ese país. En el estado ha sido jefe de epidemiología en el Banco de Sangre del Hospital Pediátrico, pero antes de su llegada al sur del país tuvo una clínica obstétrica en el estado de Puebla. Pero durante unos años retornó a Colombia y trabajó con sanidad militar, de la que renunció cuando el accidente de su hermano.

Se retiró de ese trabajo, porque no soportaba llegar a su casa y no ver a su hermano, quien además era su mejor amigo.

Se marchó de Colombia y empezó a recorrer países del cono sur.

Y ahora, con sus menos de 50 años, esa promesa que hizo frente a su padre antes de abandonar esa tierra caribeña rica en ganadería y que ha visto crecer personajes leyendas como el Pibe Valderrama y Gabriel García Márquez, lo tiene luchando contra el COVID-19 en Chiapas.

El doctor José María ayuda con la medicina natural, dependiendo del cuadro clínico del paciente. Para él, tiene un valor importante la terapia natural. Y entra a la fase de medicar a los pacientes cuando realmente el cuadro clínico lo demanda. Y los medicamentos deberán ser bajo estricta prescripción médica, porque un fármaco mal suministrado puede derivar en otros males para la salud. No se deben automedicar las personas, porque así no se sabe la dosis correcta.

―Y en el caso el COVI-19 el único método de prevención es cumplir con las medidas de higiene: lavarse las manos constantemente, practicar el distanciamiento, no estar en ni celebrar eventos masivos y usar cubrebocas. Es incongruente no usar cubrebocas, y más ahora que hay y están saliendo muchos casos. Por ejemplo, si te vas a Jiquipilas, está lleno de COVID.

De Jiquipilas, recuerda el caso de una jovencita embarazada a quien no quisieron prestarle transporte para trasladarla a un centro médico, porque se supo que tenía COVID-19.

Entonces, proveniente de una familia de clase media, recordó que su hermano no recibió los servicios adecuados tras el accidente; murió.

―Le prometí a mi padre dedicar mi vida a ayudar a cuanta persona pudiera para salir adelante, así tenga que sacar de mi bolsillo.

Hay silencio en el teléfono. Se oye que el doctor toma aire con fuerza.

―Aún no lo supero ―confía.

Foto Cortesía Dr. José María Puentes Peralta

Y en esta parte es donde habla del juramento hipocrático al que se debe ceñir toda persona que se dedica a la medicina, por lo que aquello que en otras cosas se llama servicio social en la medicina no es más que el cumplimiento de ese juramento que compromete a un doctor a servir y no hacer daño. “Los humanos tenemos que tratarnos como humanos, respetar a la vida, respetar a la naturaleza. Eso nos hace realmente humanos”. Pero además de ese juramento, el doctor José María tiene hecha la promesa.

―Si la persona no tiene, le digo que no se preocupe. Dinero no me sobra, pero tampoco me falta. Mi consigna es lo que tengo a mi alcance lo pongo al servicio. No pierdo nada con brindarle una consulta a una persona.

De esa manera también agradece a México, el país que considera su segunda patria, donde ha desarrollado principalmente su vida profesional en la medicina privada. En Chiapas se ha dedicado también a apoyar a personas enfermas del cáncer, una patología que está matando a muchas personas. Pero aclara:

―No soy la Madre Teresa de Calcuta, que a todo el mundo le doy todo, porque te estaría mintiendo. Si puedo apoyar, apoyo; si tengo, doy. Si tengo y puedo, lo hago. Yo creo que esta vida es de dar. El que da, recibe. La vida es eterna. Creemos que la vida es unipersonal, pero la vida es de descendencias. Si no sobrevivimos a esto, hay quienes van a sobrevivir.

Hace siete u ocho años murió su padre.

Su padre era un hotelero y avicultor, y José María, su hijo, su brazo derecho, quien le ayudó en la administración del patrimonio hasta sus 17 años. Combinaba esas dos tareas con los estudios y con la práctica del beisbol, su deporte favorito. En México el doctor llegó a jugar con un equipo de ortopedistas de la universidad, como pitcher, y a cambio el equipo le condonaba el costo de las matrículas. Y en los ratos libres, desde niño, lee, le gustan los libros de ciencia, y escucha vallenato.

Que de dónde le vino el gusto por la medicina. Su abuelo paterno era médico y su madre la enfermera del pueblo. En el departamento se hacían corridos de toros y llegaban a la casa de ellos personas mancornadas en las costillas, en las piernas y la mamá colocaba a los pacientes en una ancha mesa recubierta de sábana. A las personas se le suministraba media botella de ron Córdova para anestesia y una mordaza para que no se mordieran, y la enfermera procedía a suturar las heridas con esas agujas y el hilo con las que se costura la ropa. Nunca se infectó una herida, pese a que no se usaban guantes, pero la enfermera se esterilizaba las manos con media botella de aguardiente. Era una mujer y una madre con un corazón abnegado al servicio, quien cuando su hijo cumplió 12 años comenzó a animarlo para que estudiara para médico.

―Tú vas a ser médico, me decía.

Recuerda con alegría la labor de su madre, y corona el recuerdo con el refrán que dice El que cosecha agarra los frutos.

y aquí estamos en esto, pero hay que tenerle amor al paciente ―agrega. ―Está mal que un médico le ponga fecha, hora y minuto de muerte al paciente.

Y como parte del servicio, recomienda, además de las otras medidas sanitarias, que el aseo de manos sea como nuestra almohada y que las personas se alimenten naturalmente, porque Hipócrates, el del juramento, decía que los alimentos son la medicina.

―Si tú no te alimentas bien, vas a estar enfermo. También hay que bajarle al azúcar, porque si se hace una tabulación de muertos, la gente ha fallecido más por diabetes e hipertensión.

Por eso, si el cuadro clínico no amerita la medicación con fármacos, el doctor José María Puentes Peralta, padre de dos hijos, atiende con medicina natural: infusión de eucalipto, manzanilla, tomillo, perejil, canela y moringa, acompañado de paracetamol.

Foto Cortesía Dr. José María Puentes Peralta

―Hay que tratar al paciente como si su cuerpo fuera tu cuerpo ―concluye.

 

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