Un clan que ama las orquídeas

Un grupo de jóvenes biólogas y biólogos de Chiapas desarrolla actividades de divulgación científica para preservar una de las familias de plantas más vulnerables: las orquídeas

0
2125
El clan de orquideología

Todo el clan se queda mirando a Diana Molina apenas se oye la pregunta quién fue que inició todo esto primero. Un ligero rubor en sus carrillos y ciertos movimientos en su silla terminan por delatarla que fue ella. Las cinco mujeres y los tres hombres están sentadas rodeando una larga mesa sobre la que hay trastos semivacíos que denotan que lleva rato transcurriendo la plática. Esta tarde noche de sábado están reunidos en la casa de Guadalupe Correa, una artista y florista que también ama las orquídeas, pero también comparten conocimientos en sus aulas en la universidad donde cursan la carrera de Biología y también en espacios públicos donde montan un stand de información. Alguien de entre ellos ya ha hecho una analogía sobre el clima frío y ventoso de hoy en pleno mes de febrero que regularmente es caluroso a rabiar, para ilustrar de por qué es importante lo que ellos hacen y lo que están haciendo este día, hablando de la importancia de preservar las cientos de especies de orquídeas de los bosques y selvas de Chiapas, en el vestíbulo de una casa con amplio jardín con una variedad de cattleyas, helechos y especies de Dendrobium y Vandas, en una de las áreas más antiguas del lado norte poniente de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, en el Sur de México. “El clima de hoy es como del inicio de invierno pero estamos en plena temporada de calor”, se oye la voz mientras el viento rumia exasperado en la copa de los árboles y en las largas hojas de las palmeras.

Ya en su color, una vez apaciguada la mirada de sus compañeras y compañeros, Diana Molina cuenta que todo empezó hace dos años, para dar continuidad al trabajo en equipo que habían estado desarrollando en sus primeros semestres de estudiantes de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Casualmente esta tarde está sentado a su derecha Dimas de Coss, con quien puso en marcha el Clan de Orquideología. Surgió primero como un grupo que se reunía en las aulas y salía a informar sobre la importancia de las orquídeas para el ecosistema, pero ahora mantiene un trabajo coordinado con algunos o algunas especialistas, mediante conferencias, talleres y pláticas, como Guadalupe Correa, quien ha hecho de su jardín un laboratorio para reproducir distintas especies, además de contar con una floristería.

Jóvenes con amplio conocimiento sobre las orquídeas, respetan los conocimientos prácticos que posee Guadalupe Correa sobre esas flores que se dice ya existían antes que el ser humano sobre la tierra, y ella a la vez admira la iniciativa de las chicas y los chicos quienes no solamente poseen la información sino han decidido compartirla para incidir en la toma de decisiones de los pueblos para preservar la flora. Sentada a dos lugares a la izquierda de Guadalupe Correa, quien figura desde un extremo de la mesa, Diana Molina dice que desde la fundación participan doce personas de manera permanente en el clan, aunque esta tarde sólo estén reunidas ocho, entre los siete estudiantes y la florista.

Cada una habla apasionadamente de las orquídeas, esas flores sobre las que se cuentan historias y leyendas a lo largo del mundo, como la obsesión por la orquídea negra que habría tenido no una sino varias expediciones extranjeras barriendo sin éxito barrancas y bosques y selvas de Chiapas, como la gente que desarrolla una obsesión tal que arma toda una treta o una búsqueda implacable para sustraer alguna especie ya sea de una zona protegida o de alguna colección particular, pero aquí, con los estudiantes y los integrantes del clan, de lo que se trata es dejar la orquídea en su hábitat, preservarla, porque arrancarla es prácticamente cercenar de un tajo un universo: una orquídea es el agua, es el hongo o el aire del que se soporta, es el insecto que lo poliniza, es el ciclo en que suelta los millones y millones de semillas, es su contribución en la conservación de la naturaleza y es esa belleza inesperada cada que florece. ¿Cómo lograrlo? Y es aquí donde cada uno de los integrantes del clan cuenta cómo fue que se decidió, y qué fue lo que lo motivó, por integrarse en un trabajo en equipo con miras a desarrollar, en su momento, una labor comunitaria para evitar y contener el saqueo de las plantas silvestres. Buscan, quizá no tan a largo plazo, y esto lo dice Manuel Marroquín, originario del municipio de Marqués de Comillas, un pueblo en los límites de la Selva Lacandona, prevenir la sustracción y promover el aprovechamiento sustentable. Y en esta parte, interviene Guadalupe Correa, quien platica que la reproducción de determinadas especies en viveros ha contribuido en que se contengan la extracción desmesurada. Y como parte de una prueba piloto de lo que pretenden, los integrantes del clan ya han tenido acercamientos con una comunidad de Berriozábal, un municipio colindante con la capital de Chiapas, de donde se tiene registro de varias especies.

Originaria de Teopisca, una zona de clima templado que se ubica entre San Cristóbal de Las Casas y Comitán, Diana Molina desde niña supo que había que hacer algo por esas flores que en muchas ocasiones parecían brotar de la nada y desde formas tan inimaginadas, porque eso sí de repente en el bosque, en el campo o en la selva te puedes encontrar con un amasijo de raíces, con delgadas venas que rodean el tronco de un árbol o con una rara planta o montículo que se mantiene aérea apenas suspendida de una rama, pero otra mañana o tarde que lo veas te sorprenderá con la más esplendorosa de las flores o con unos minúsculos pétalos y labelo que te mantendrán posiblemente encantada o encantado por largo rato sino es que por el resto de tu vida. Dice Luz Ivonne Pérez que ella recordó las plantas que se venden en un mercado público en San Cristóbal de Las Casas los fines de semana, cuando vio la convocatoria que Diana y Dimas habían lanzado para que más alumnos y alumnas se sumaran para conformar el clan. Se acercó para ver qué pasaba y se quedó. Esas plantas, que las ofrecen metidas en una reja de madera en San Cristóbal de Las Casas, son arrancadas de los bosques cercanos, dice. Y eso, completa Manuel Marroquín, representa que se está acabando con la biodiversidad. Cada que se arranca una orquídea se destruye el ecosistema, porque no sólo es la planta que se quita o se altera, es todo lo que viene con ella y la función que cumple en ese universo natural, explica Dimas de Coss, del municipio de Villaflores, con la seguridad de alguien que posee conocimientos sobre esas plantas. Y el efecto es esto que está pasando hoy, analiza Idelma de Jesús Roblero Pérez, estudiante originaria de Montecristo, quien se detiene a señalar el frío que hace esta tarde noche. Por ello, es necesario la educación ambiental, y qué mejor si desde niño, comenta Andrea Lizeth Méndez.

A la derecha de Guadalupe Correa, habla Julio Ramos. Estudiante de Tuxtla Gutiérrez, al igual que Andrea Lizeth, se alterna con Diana Molina para explicar cómo funciona el clan. El grupo, además de las sesiones teóricas, realiza sesiones prácticas para conocer a detalle determinadas especies de orquídeas y cómo se desarrolla en su hábitat. Regularmente tiene sesiones en la misma universidad. También realiza salidas al campo para conocer las plantas en su entorno, además de participar en eventos relacionados con exposiciones o ferias de orquídeas, como la Feria Nacional de Coatepec o el Congreso Mexicano de Botánica. En las campañas y en las ferias intervienen con información sobre la importancia de conservar las orquídeas y la biodiversidad. Estos viajes los financian con recursos que ellos mismos generan mediante rifas y algunas ventas. Y de esa misma manera han costeado las salidas al campo y los acercamientos a algunas comunidades, como la Emiliano Zapata, en Berriozábal, donde han despertado el interés de la gente con sus propuestas, pues es que, y aquí precisa Guadalupe, quien es parte del clan y apoya con espacio para las sesiones, ya no es necesario arrancar las orquídeas para usarlas como un medio de subsistencia. Se pueden impulsar proyectos sustentables, coinciden al unísono casi todos los jóvenes que ya poco les falta por egresar como biólogos. Mas para lograr eso es necesario se avance con la difusión, y qué mejor si también con la ampliación del clan que por el momento suma a doce integrantes permanentes. En un par de meses irán a participar en una feria nacional, por lo que están planeando cómo hacerse de recursos para costear el viaje. Pero lo que más desean, y en esta parte refulgen de alegría, es que se preserven las orquídeas.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí