Mario Nucamendi Díaz recuerda el día que unas jóvenes universitarias lo visitaron para que les contara sobre una de las más viejas comunidades de la capital de Chiapas y terminó por recitarles unos versos.

Las cosas se dieron de esta manera: Mario era funcionario municipal y las muchachas querían saber sobre cómo se formó la localidad de Terán, que es ya prácticamente parte de Tuxtla Gutiérrez, y él les iba dando su respuesta pero salpicada de imágenes poéticas.

Porque hacía años que Mario Nucamendi Díaz se había definido trovador y poeta, de esos que la belleza de las cosas y el lugar lo hacen cantar y declamar, y Terán con sus árboles, sus casas y su ambiente le hacían decir versos.

Entonces, cuando al final de la plática una de las estudiantes envalentonada le espetó Qué es un poeta, él la quedó viendo, buscó y rebuscó en su memoria en un santiamén, se sintió perdido, pero de repente le llegó la primera frase.

 

             El poeta es el pájaro que canta

                …

             Poeta es el árbol que da frutos

 

Este mediodía de viernes recita esa parte de la poesía Qué es un poeta bajo el toldo de un café en el centro de Tuxtla Gutiérrez. Años lleva que viene a este lugar para encontrarse por las mañanas entre semana con unos amigos. Mario Nucamendi Díaz suma 84 años de vida, pero se le nota jovial. Piel clara, densas cejas y una fresca robustez, tiene la voz gruesa y educada en los tiempos de su adolescencia.

Concerté la cita con él en el homenaje a un luchador social, donde declamó poesía y cantó con el acompañamiento de su guitarra. Mario Nucamendi toca la guitarra desde sus seis años, formó parte de un trío de guitarras en su adolescencia y juventud, cuando recorría las comunidades y rancherías de su pueblo natal llevando serenatas y ganando dinero, y ahora todavía carga con ella a los lugares donde cree que puede complacer con unas piezas. Ha compuesto alguna que otra canción.

Mario Nucamendi, autor del libro Chiapas es poesía, nació en el municipio de Villaflores pero no guarda recuerdo alguno de sus padres. Dice que creció en la orfandad, bajo la vista de los familiares, que nunca será lo mismo que crecer bajo el cariño de la madre y el rigor del padre. Murió su padre cuando él tenía meses y su madre cuando estaba por cumplir los tres años. Se quedó con sus cuatro hermanas y tres hermanos.

Aún niño, su hermana ―la mayor de todas― lo llevó con ella al rancho de sus suegros. Ahí aprendió, bajo la instrucción de Manuel Alfaro, el dueño, a ordeñar las vacas, llevar a pastar el ganado, arar la tierra y amansar caballos. No tardó en forjar una amistad con el más pequeño de los hijos de don Manuel, un poco mayor que él, a quien también le gustaba la guitarra y era muy parecido, guapo.

Apenas llegaron a la adolescencia formaron un trío con otro chamaco de Tuxtla Gutiérrez. Entonces, a sus 15 o 16 años empezaron a recorrer las comunidades y se hicieron famosos en la zona. Cantaban música del género ranchero y poco de las románticas. Ganaban dinero y eran seguidos por las muchachas. Mario Nucamendi cree que la atracción a las mujeres se debía más a la imagen de quien llama hermano de crianza.

Pero hubo un momento en que tuvo que abandonar la guitarra como medio de trabajo.

 

Mario Nucamendi es padre de seis hijos. Se casó a sus 22 años y mucho antes que llegara a Tuxtla Gutiérrez en 1970 en busca de una mejor oportunidad laboral, su esposa le prohibió continuara con el trío. Que abandonara la guitarra.

Dejó el trío pero no la guitarra.

En Tuxtla Gutiérrez empezó a tocar puertas para hacerse de ingresos económicos.

Hombre que no había completado la primaria, ya contaba con un cartón que lo avalaba con estudios en Ciencias Policiacas. Lo había estudiado por correspondencia. Eso le abrió las puertas en un cuerpo de seguridad.

Luego se preparó como abogado en los mejores despachos. Hasta litigó sin tener Cédula profesional, porque entonces nadie exigía ese documento para representar un caso. Ahora, ya con varios trabajos atrás y no pocos libros leídos, porque casi siempre lleva un libro con él, se declara un hombre culto.

Empezó a leer libros, ya grande, y lo motivó el hecho de que estuviera en una conversación y a veces no entendiera lo que realmente se estaba diciendo. Tras las pláticas se iba en busca de libros e información para enterarse del tema y conocer las palabras. Hubiera querido comenzar a leer de niño, pero no se pudo.

Ahora dice tener en claro que la lectura de libros activa el cerebro y que por ese hecho agradece, porque por más sencillo que sea un libro, quien lo escribió te regala su conocimiento y todo su esfuerzo.

Mi vida ha sido bonita, aunque fue de sufrimiento de niño.

Eso dice Mario Nucamendi antes de comentar que en sus 84 años no reniega de nada, porque Dios le ha dado la formación que tiene para tener más comprensión. Habla de su gusto por la música, por la poesía.

Cuando las cosas se viven y se sienten hasta el fondo, se entienden mejor. La vida es un aprendizaje, la vida es la mejor escuela. Y la escuela de la vida me ha regalado una maestría, y tal vez un doctorado.

Yo no reniego de la vida. Les brindo respeto y amor a mis padres por darme la vida.

                 No reniego de la vida sus fracasos,

                del frío, del calor o la helada

                Si son cosas naturales que Dios lo ha dado,

                disfrutemos, pues, en toda temporada

Una vez dicho los versos, cuenta que a veces le salen las palabras poéticas de manera espontánea. Y él piensa que es parte de su destino, porque Mario Nucamendi Díaz es un hombre que cree en el destino. Dice que éste tiene una cuadratura, porque hagas o no hagas las cosas, cuando van a suceder, van a suceder. Claro, hay cosas que suceden por imprudencia. Pero mientras vivamos con sensatez le dejemos caer todo el peso de la responsabilidad de las cosas al destino.

Se ríe a carcajadas.

Mario Nucamendi comenzó a escribir poesía después de sus 30 años, aunque ya la traía metida en su vida. De repente surgían, espontáneas. Pero esos versos espontáneos fueron trabajados y corregidos al momento de pasarlos por la escritura. Y así fue como surgió este otro poema dedicado a la que fue su segunda esposa, con quien vivió 25 años hasta que falleció hace dos años.

                Sepulcral silencio en tu aposento sagrado

                que deprime, acongoja y atormenta

                …

                Yo quiero escuchar tu voz en tu tono acostumbrado

                El silencio sigue allí

Calla. Baja la vista. Se oye el barullo de la ciudad, que tibio llega con el hálito de un sol punzante. El hombre de 84 años reprime el llanto. Llorosos, tras los lentes, los ojos se contraen como acción de conjuro. Alza las manos, se retira un poco los anteojos y se enjuga las lágrimas. Me olvidé, dice, tratando de buscar una salida.

Era hermosa mi esposa.

 

Ya repuesto, Mario Nucamendi confía que no le gusta la historia universal.

¿Por qué?

No me gusta porque siempre el más fuerte tiene el pie en el cuello del otro. No me gusta que a la juventud se le esté imponiendo cosas que no necesitan hacer. Hay que dejarlos hagan lo que les va a servir en la vida. Hay que respetarles la libertad.

¿Y la historia local?

Se dibuja la alegría en su rostro. Ríe.

Esa sí me gusta. Aunque echemos mucha mentira, me gusta. Me gusta, por ejemplo, la historia de los héroes de Chapultepec, aunque no haya ocurrido así. Me gusta porque representa para el país el acto de personas con arrojo. Y también esa otra historia que da cuenta de cuando los Chiapa le metieron sus chingadazos a Diego de Alvarado con su ejército. Pero cuando vino por tercera vez los Chiapa se arrojaron desde las alturas del Cañón del Sumidero. Ni fue así, pero me gusta que tengamos esa historia. Y hay otra que es mediafábula, de cuando Chiapas se anexó a México. Se dice que un ejército de Guatemala llegó a Chiapa de Corzo para reclamar los derechos y no dejó vivo ni un soldadito que encontró en el pueblo. Pero que ya se iban triunfantes cuando los alcanzó un ejército combatiente que no se sabe de dónde salió y les pegó una, que eran ríos de sangre que corrían por las calles de Chiapa. Ni un soldado guatemalteco quedó con vida. Pero hasta la fecha no se sabe de dónde vino y a dónde se fue ese ejército combatiente. De esa historia me gusta.

Dice que le gusta la historia de haber pasado a pertenecer como entidad a México, aunque nos han saqueado, nos han negociado y aprovechado sin nada a cambio. Celebra con una carcajada lo que acaba de decir. Luego, señala que también le gusta Tuxtla, ya nunca volvió al rancho donde creció; que le gusta venir a este café en el centro de la ciudad, para platicar con sus amigos y decir cosas, aunque más tarde se olvide de algunas cosas que dijo. Pero de entre las que aún no olvida están los versos con los que después, ya en casa, completó lo que había declamado sobre lo que es el poeta ante las universitarias que lo buscaron para que les contara sobre un pueblo.

Y con algunos de esos versos concluye la plática.

                 El poeta dice y hace lo que siente, lo que piensa

                dibuja el sentir de sus entrañas,

                roba inspiración a su tristeza,

                sus angustias, sus dolores, sus congojas,

                y de ellos su expresión es canto o poesía

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