Una abuela con fama internacional

Annie Elizabeth Cáceres Solórzano ejerce en el Sur de México, desde hace 40 años, el oficio universal de ayudar a traer al mundo a niños y niñas mediante el parto natural

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Ya entrada en plática, Annie Cáceres dice entre risas que de boca en boca su fama se ha ido más allá de las fronteras del país.

La recomienda su trabajo, apunta.

Son las 4:30 de una tarde de viernes y Annie Cáceres, mientras espera el nacimiento de un bebé de una madre primeriza, cuenta en el recibidor de su Casa de Atención de Partos sobre el universal oficio de traer bebés al mundo de manera natural. Destella con su elegancia y precisa voz sentada sobre el banco metálico en la pulcra salita, y más cuando comparte que ella ha recibido alrededor de tres o cuatro mil bebés en los 40 años de trabajo como partera en Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas. Su nombre completo es Annie Elizabeth Cáceres Solórzano, pero se le conoce más como Anita. Inició en el oficio a sus 22 años directo a la práctica, sin más teoría que las urgentes indicaciones que le dictaba su suegra mientras atendían un nacimiento.

En la mañana atendió un parto, pero a estas horas de la tarde luce fresca y jovial. Habla con cariño a las personas que aguardan en la sala y las involucra en la plática con la naturalidad de una abuela que en las cuatro décadas de trabajo ha sabido encontrar las palabras justas y el tono necesarios para crear el ambiente requerido. Eso es parte de lo que ha hecho venir hasta ella a parejas de Estados Unidos para buscar atención o tratamientos de fertilidad. Y cuando ha querido saber directo de la boca de las pacientes sobre cómo se enteraron de sus servicios, le han respondido que de oídas o que alguien les ha contado o que han leído algunas publicaciones acerca de ella.

En esta sala, con un portón como pared frontal, de piso de losetas y de ese tono claro y pulcro común en los espacios de hospital, tiene colgados en las paredes los recortes enmarcados de algunos reportes especiales que diversos periódicos le han hecho. Las planas y desplegados adquieren la importancia de galardones que ha sido sumando paralelo a los momentos de emoción y alegría que desde aquella noche de atención del primer parto comparte con los padres de los recién nacidos. Porque eso sí, Annie Cáceres, a casi 14 mil 600 días de trabajar como partera, no ha sentido disminuya en ella esa emoción y alegría que representa el presenciar el nacimiento de uno o una bebé, aunque de los que guarda más recuerdos precisos es de los alumbramientos de sus nietos o  nietas.

Pese a que su abuela y bisabuela, de parte de su padre, eran parteras, Annie Cáceres llegó al oficio de partería de manera accidental. A finales de septiembre de hace 40 años su suegra, quien también era partera, se fracturó un brazo. Fue así como ella, en los primeros días de octubre se vio acompañando a la madre de su esposo para atender un parto en uno de los barrios tradicionales de Tuxtla Gutiérrez. Esa noche acudieron a un llamado como a las diez de la noche y luego atendieron otro como a las tres de la mañana. Retornaron a su casa como a las ocho de la mañana. Dos meses después su suegra fue intervenida quirúrgicamente en la Ciudad de México como parte de la atención de su fractura, y ella se quedó pendiente de los llamados en tiempos en que se atendían unos 30 partos al mes.

Cuando a los 15 días de ausencia volvió la suegra a la capital de Chiapas, lo primero que hizo fue preguntarle cuántos nacimientos había atendido, toda vez que la notaban ojerosa, algo pálida por los desvelos. Como 15, respondió ella. Entonces ambas se fueron a recorrer los domicilios de las pacientes que había atendido, para supervisar los trabajos. En vez de quejas, recogieron agradecimientos. Entonces la suegra al ver que todo había salido bien, en los días siguientes anunció que se iría de vacaciones unos ochos días, que le encargaba a ella los trabajos que fueran saliendo. Un par de años después, la inscribió a los talleres y cursos que impartían los hospitales del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), para mantener un trabajo coordinado con los médicos para en caso de requerir la hospitalización de pacientes canalizarlas de inmediato.

Sus años en el oficio le fueron enseñando a Annie Cáceres sobre en qué momento es necesario optar por la hospitalización de una madre, de manera que ella se mantiene en contacto con varios hospitales y médicos para contar con el apoyo en caso que se requiera, aunque ella sabe que lo mejor tanto para la mamá como para el bebé es el parto natural. Y cuando le pregunto sobre esas ventajas del parto natural ante la técnica de la cesárea, responde con la sabiduría de una abuela: en el parto natural, el bebé activa o dispara la función de las neuronas cuando empieza a presionar con su cabecita para salir; al pasar por el canal de salida los pulmones se contraen y expulsan las flemas; y cuando la parte de la pancita del bebé pasa por el canal se activa la flora intestinal, de manera que entre las primeras cosas que hacen los bebés apenas salen, es popó. La naturaleza es sabia. ¿Y si el parto es mediante la cesárea? No se completa el proceso ya mencionado. Muchas veces los bebés salen con los ojos bien abiertos, pero es porque están asustados.

Dice Annie Cáceres que ahora algunos médicos quieren sacar al bebé un mes antes de la fecha del nacimiento. ¿A qué se debe? Temen que se les vaya la paciente, y por ello proponen la cirugía y tratan de justificarla. Pero lo mejor es el parto natural, salvo casos excepcionales que peligran la vida del bebé o de la mamá o de ambos, y por eso trabajamos en coordinación con los hospitales. Pero los médicos saben que un parto natural lleva horas, y con una cesárea que queda en una hora llegan a cobrar alrededor de 20 mil pesos. ¿Pero se sigue optando por el parto natural? Sí, sí, aquí ha venido gente de Texas, Los Ángeles, Estados Unidos, y de Madrid. También vienen parejas extranjeras que radican en San Cristóbal de Las Casas. Pero si antes se atendían unos 30 partos al mes, ahora se atienden unos seis en promedio. Y este día, antes de las cinco de la tarde. Annie Cáceres está por atender el segundo.

Desde su Casa de Atención de Partos, que se levanta en una parte alta en el sur oriente de Tuxtla Gutiérrez, en la cuchilla que se forma por el entronque de una vía principal con el Libramiento Sur, Annie Cáceres, quien nació en el municipio de Simojovel, cuenta que aún quedan parteras en la ciudad, pero ya no tantas como antes. Cuando apenas inició, en el estado el IMSS manejaba un registro de 800 parteras que tomaban cursos y talleres, aparte las parteras y parteros que pertenecían a comunidades donde por sus tradiciones ancestrales ellas y ellos le dan un carácter de mayor privacidad a su oficio. En Tuxtla, dice Annie Cáceres, quedarán unas 10 abuelas, así como se les llama en las comunidades por las familias y las personas que han recibido su atención. El año pasado fallecieron dos y en este ya se han muerto otras dos. Ironías del destino, mientras aquí, en una tierra de profundas tradiciones, por las culturas nativas, las parteras y los parteros se han ido desapareciendo o se les ha ido condenando al olvido, la fama de Annie Cáceres ha despertado mayor interés en otros países que aprecian las ventajas del oficio y servicio. Hace unos años ella capacitó a dos personas de Ottawa, la capital de Canadá. Lo dice con orgullo, y entonces le pido una frase que defina el oficio de partera. En eso se abre la puerta que comunica al interior de la casa, donde se encuentra la paciente. Una joven anuncia que ya viene en camino el bebé. Se dibuja la alegría en su rostro. Se disculpa por la interrupción. Esto es una bendición, exclama.

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