Hasta siempre, Abel

Un texto homenaje al inspirador Abel Lara Sangeado que ha legado un ejemplo de esfuerzo y emprendimiento en la vida

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Abel Lara Sangeado. D.R. Solesteview/Por Jhony Galván

Se ha ido un inspirador.

En Soleste View los conocemos como inspiradores por ser ejemplos de vida y esfuerzos pero hay personas que como Abel han pasado a ser cómplices de este proyecto.

Abel Lara Sangeado era uno de ellos.

Era natural en él, un hombre emprendedor que de trabajar en una institución de educación superior buscó una mejor manera de acercar educación a los muchos jóvenes que por falta de espacios u oportunidades se quedaban sin estudiar.

Fundó la universidad en línea CEUSS en el sur de México.

Comenzó en 2008 pero su esfuerzo se vio consolidado a partir de 2012. Y este año, en medio de la emergencia sanitaria por el Covid 19, se solidarizó con la sociedad.

Inscribirse y cursar gratis los primeros cuatrimestres o lo que dure la crisis. Esto era un mero decir, porque al final Abel siempre encontraba la manera de seguir ayudando al estudiante que quería continuar con sus estudios.

De ese gesto dimos cuenta en mayo, con la ayuda de él, en el texto Una mano solidaria en medio de la tempestad, que iniciaba de esta manera: Quien aquí habla es un hombre que de niño aprendió a superar las adversidades y en esta pandemia del COVID-19 ha puesto en marcha una acción solidaria.

Nació en el municipio de Pichucalco, en los límites de Chiapas con Tabasco. Fue a una primaria de tres salones con piso de tierra en la ranchería Mariano Matamoros que aún se mantiene con sus 120 casitas. En esa escuela fue comandante de la escolta, en la secundaria lideró la banda de guerra y en la preparatoria pasó a formar parte de un grupo de cinco alumnos que había optado por un perfil académico administrativo.

A sus 18 años partió del rancho para estudiar Ingeniería Civil. Luego llegó al naciente sistema semiescolarizado de la Universidad Valle del Grijalva (UVG): todos los sábados viajaba de cinco a seis horas de Pichucalco a Tuxtla Gutiérrez para asistir a clases de Contaduría Pública al día siguiente. Terminó sus estudios y, como era muy conocido en su municipio, a sus 26 años fue nombrado rector de la UVG en Pichucalco.

Tres años después tenía clara la idea del modelo de universidad que quería consolidar, pero su proyecto fue recibido con animadversiones por otros directivos y al poco tiempo se vio sin trabajo.

Cuando se encontró sin dinero, recordó la oferta que un gerente de una agencia automotriz del estado de Tabasco le había hecho: se trataba de ir como vendedor de piso. Durante los cuatro años posteriores disputó el primer lugar de ventas, con un automóvil colocado mínimo cada dos días.

En una entrevista con Soleste View en 2019 contó que fue en esa agencia donde supo lo que es vender y que un buen vendedor sólo debe seguir primero un sencillo paso: Hacer caso. Ese día de la entrevista, un martes en la tarde noche, estaba inscribiendo a un estudiante del estado de Veracruz, desde un amplio monitor que formaba parte de las pocas cosas que tenía en una oficina austera en el edificio de la universidad en Tuxtla Gutiérrez. Sonriente dijo que conocía todos los municipios de Chiapas y que la Universidad CEUSS sumaba alumnos de 18 estados de México, además de Madrid y países como Colombia y mexicanos que viven o trabajan en los Estados Unidos.

Estaba tras su escritorio, con sus lentes claros.

De repente se incorporó, buscó entre unas cosas y extrajo unos sobres de cacao confitado.

Pruébenlo ―dijo.

Eran productos locales, de la empresa de uno de sus amigos. Pero el motivo era compartir, meterle un gesto amigable a la entrevista.

Cuando gusten ir al rancho ―invitó.

Hablaba de la tierra de su infancia, donde creció con sus cuatro hermanos, él era el segundo, bajo el cuidado de su padre Abel Alfredo y su madre Luisa Sangeado. También era el lugar donde había sufrido un accidente que le había afectado la voz y le cambió la vida porque lo acercó más a la gente que él considera fueron inspiradoras en su vida: le cayó encima una olla de maíz hirviendo cuando apenas rebasaba los cuatro años.

Estuvo cinco días inconsciente en el hospital.

Pero esa tarde de martes se rió de su ligero tartamudeo y contó que la gente le ponía mayor atención cuando estaba en conferencia o ante muchas personas. Y dijo que lo que importa es lo bien que pueden salir las cosas cuando algo se aprende bien.

Y ahora que alguien ha dado la noticia de que se ha marchado, de la memoria se oye su habitual manera de agradecer y despedirse:

―Gracias amigo.

 

 

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