En la tierra creativa de Rosa María

Cuando nació su hija, tuvo en claro que lo suyo era emprender en la creación de productos de usos cosméticos orgánicos para ofrecer beneficios

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Rosa María García Orantes

Sentada con elegancia en una silla plegable, Rosa María pronuncia suave y jovial lo que significa el nombre de su hija.

Y el aura maternal que de inmediato refulge de su rostro hace que renuncie a señalarle que pareciera que el nombre de Alana tiene cierto aire premonitorio sobre ella; sonríe gozosa, como si tuviera a su niña al lado.

El sol que reverbera afuera dota de nitidez a los coloridos juguetes y productos que se exhiben en pequeñas estancias que, junto con los puestos de comida rápida, se alinean en los márgenes del Andador San Roque en el centro de Tuxtla Gutiérrez, bajo un ancho y largo domo que comunica una avenida con otra.

Andador San Roque, Tuxtla Gutiérrez

En el cubículo 30, con la leyenda Tierra Creativa en la parte frontal, la luz natural da mayor cuenta de la sedosidad del ensortijado cabello de Rosa María y la iridiscencia de una piel que se observa suave y cuidada; de largo vestido azul con figurillas blancas y amoldados zapatos de piel esta mañana de lunes, se trata de una mujer que ha terminado por imponerse a ella misma.

Su nombre completo es Rosa María García Orantes y dice que lo ha logrado con los productos cosméticos de su propia creación.

Fue hace seis años que más o menos comenzó a intuir lo que quería hacer.

Estaba embarazada de Alana y como era un embarazo de alto riesgo, el médico le recomendó reposo y tuvo que quedarse en casa.

Renunció al trabajo que tenía en una empresa privada.

No acostumbrada a estar encerrada en casa, porque venía trabajando desde sus 18 años, cuando tuvo que empezar a costear sus estudios, se dispuso a mezclar ingredientes naturales para cuidar la piel, principalmente para atender las manchas que le había salido a causa del embarazo. Tenía algo de experiencia desde la preparatoria, en lo de hacer mezclas de productos naturales para tratar y quitar los granos y manchas de la piel.

Pero a unos meses de nacida la niña, cuando planteó a su esposo su deseo de iniciar un negocio propio, aún tenía en mente emprender algo que estuviese relacionado con su carrera profesional, que es administración de empresas.

―¿Y como en qué piensas? ―inquirió su esposo.

―Quizá ponga una consultoría ―respondió.

―Deberías emprender en otra cosa ―sugirió él.

―?

―En algo que te guste, que te apasione ―continuó él.

La plática quedó en eso, hasta que un día su esposo le pidió de favor le preparara una mezcla para atacar una espinilla que le había salido.

Entonces, supo por fin que emprendería en lo de las mezclas de productos para uso cosmético.

Rosa María, la última de cuatro hermanos, nació en Mazatán, Chiapas hace 30 años. Huérfana de padre a los dos, estudió el nivel básico en su comunidad y cursó la preparatoria con el apoyo de su madre en la ciudad de Tapachula, pero tuvo que conseguir empleo a sus 18 años para continuar con su formación profesional.

Inquieta y amigable en su infancia, en la adolescencia sentía curiosidad por el efecto de algunas plantas, frutos y productos naturales en la piel, de manera que preparaba pomadas para ella misma. Pero en la juventud, ocupada por los estudios y agobiada por los trabajos, se olvidó por un tiempo de la creación de productos cosméticos.

Y hoy que recuerda el día que sacó por primera vez a la venta el primer producto, de repente se suelta a llorar.

Lo hace en silencio.

Llora porque dice que  fue bonito que alguien creyera en ella.

Ese lunes de abril de 2015, cuando sacó a la venta su primer producto a través de sus redes sociales, 130 personas le enviaron sus datos para asegurar el pedido.

Al final, de ese primer lanzamiento, concretó 100 ventas.

Entre jueves y viernes de esa semana entregó los primeros 100 jabones artesanales Aclarante Cristal, tras trabajar 36 horas seguidas. Ese fue el primer producto.

En un principio tenía material como para 10 jabones, pero su esposo la apoyó para completar lo de las 100 piezas.

Era un jabón que a ella le había quitado las manchas de la cara y de la piel.

A cinco años de esa fecha, Rosa María suma 21 productos de uso cosmético de su propia creación

Era una tableta circular el primer producto, envuelta en tul.

Antes de sacarlo a la venta, sufrió cuatro cambios principales hasta dar con los ingredientes exactos y las cantidades justas de cada uno.

Era un producto de eficacia probada

Ese y los otros 20 que ha creado en los últimos cinco años Rosa María los ha probado antes de sacarlos a la venta.

Con los primeros, acudía a los bazares para darlos a conocer y colocarlos, además de promoverlos en sus redes sociales, pero hace año y medio cuenta con una estancia propia, la cual abrió con Pilar Hernández y otras personas bajo el nombre Tierra Creativa.

Tierra Creativa es un colectivo que tiene la particularidad del trato directo con los clientes o usuarios de sus productos; a cada persona se le proporciona la información de cómo está hecho el producto y cómo se usa.

Y esa peculiaridad que distingue al colectivo de artesanas de Tierra Creativa es también parte del proceso de cambio que ha vivido Rosa María desde el lanzamiento del primer jabón orgánico, porque pese a que era una mujer sociable y amigable, era tímida en las ventas.

Se le facilitaba promover productos en las redes sociales, pero le costaba cerrar negocios de manera directa con los clientes, por lo que, además de tener capacitación en el procesamiento de productos naturales para fines cosméticos, tras haber heredado la curiosidad innata de su madre por buscar alternativas naturales para el tratamiento de la piel, también se ha esmerado en mejorar en el proceso de ventas.

Sonriente, dice que ahora mantiene una cercanía con su red de clientes que la buscan para que les recomiende productos o les prepare una mezcla especial. Eso sí, ella no recomienda productos que no sepa si sirven o funcionan.

―Lo que yo vendo es beneficio ―dice.

Cuenta Rosa María que ahora tiene una visión más clara de lo que ha emprendido desde que nació Alana.

Hace rato lloró al recordar que ese lunes de abril se dio cuenta que nunca antes había pensado que algo que beneficiaba a ella serviría para otras personas, y que las personas no sólo creerían en ella sino que reconocerían lo benéfico que eran sus productos.

Con orgullo dice que ahora mantiene comunicación con una amplia lista de personas que usan los jabones y cremas fabricados con coco como producto base y que llevan la marca Ragar, compuesta con las primeras sílabas de los apellidos de su hija.

Entonces, pregunto lo que significa Alana.

―Reina de todos ―suelta, precisa y alegre.

Fulgura el día en la estancia.

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