Jere  XXV

El niño que perdió su mundo

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Jere_capítulo_XXV_SolesteView-Diseño-Jhony-Galván
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Una amplia y profusa cascada se precipitaba desde una gran altura. Y donde caía, en una reducida y profunda laguna, una torre de agua borbolleaba en medio. El lago era de un tono entre azul y verde en las partes menos profundas pero tirando a oscuro en la parte del centro y pegado a la pared, pero no corría a ninguna parte. Justo de eso me preguntaba cuando vi que el gato empezó a bordearlo sobre el lado izquierdo camino a la cascada. A mitad del tramo divisé que quedaba un espacio entre la pared de agua y la pared rocosa, y ya más cerca se hizo visible un andén que llevaba a una escalinata. Ya en el lugar, levanté la vista y observé que la escalinata natural ascendía al fondo hacia algo que parecía un amplio y cómodo nicho. Subí tras el gato y cuando llegué a la cavidad me acomodé para tomar un descanso, giré de modo que quedé mirando hacia el agua que caía. Estaba aún saliendo de la sorpresa por el hecho de que a esa altura no se escuchaba el ruido del agua, cuando me percaté que la extensión del piso en un lado era realmente el inicio de un andén que avanzaba sobre la cóncava pared rocosa hasta perderse arriba tras una pared que quedaba a varios metros frente a mí. Había que caminar pegado a la pared. Fue el gato que tomó de nuevo el camino y seguí tras él. Avancé con el cuidado de no volver la vista al vacío, pero a mitad caí en la cuenta que el camino era suficientemente ancho como para que avanzaran al mismo tiempo dos personas una al lado de la otra. De repente, ya cerca de la pared donde desaparecía el andén, el gato se detuvo. Volvió la vista y entendí que lo que buscaba era que yo me adelantara. Como me resistí a rebasarlo mientras estuviese pegado a la pared, se colocó del lado del vacío para que yo pasara en la parte donde me sentiría más seguro. Así lo hice: avancé y seguí la ruta. Volví la vista y el gato estaba a unos pasos de mí, pero cuando retomé el camino di unos tres o cuatro pasos y me encontré fuera. Quedé inmóvil por un rato para reorientarme. Luego miré aquí y allá y mi vista topó cerca con el árbol por donde me había ido con los gatos; había salido sobre la misma orilla del río y a poca distancia del agujero. Abandoné la breve barranca, pero antes de emprender el sendero a casa, recordé que traía una bolsa de manta con una cosa dentro. No la abras, me había ordenado la mujer. Pero tenía curiosidad por saber qué era lo había traído cargando en todo el camino. Ábrelo cuando llegues a tu casa, era la otra indicación. Pero me quité la bolsa de manta y apenas la medio abrí, la aventé y salí huyendo.

 

*Continúa

 

 

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