Los corazones de madera de Pilar

Un texto sobre una de las fundadoras de un colectivo de artesanas que comparte conocimiento al cliente sobre los productos que adquiere, en el sur de México

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María del Pilar Hernández García

En el local 30 del andador de los artesanos San Roque en el centro de la capital de Chiapas, en el sur de México, cada que alguien compra un producto se le abre la posibilidad de adquirir conocimientos.

Y no es porque cada pieza de artesanía original, en muchos casos únicos, esté acompañada de un tratado científico o de una detallada ficha informativa, sino que las fundadoras del colectivo Tierra Creativa procuran que cada cliente sepa cómo se preparó determinado producto, qué ingredientes o elementos lo componen, para qué sirve y por qué tiene determinada presentación.

Tierra Creativa es el punto de ventas de cinco mujeres y un joven que hace un año y medio decidieron emprender un negocio colectivo con sus propias creaciones, bajo la visión de llegar a constituirse en una empresa que maneje productos artesanales únicos y de un trato directo con los clientes.

Esa manera de atender ha permitido a Tierra Creativa ir consolidando una comunidad de clientes directos que a su vez expresan qué tipo de productos les gustaría adquirir.

Quien aquí habla se llama María del Pilar Hernández García. Ella y Rosa María García Orantes, la persona que fabrica las cremas y los jabones orgánicos, son las principales fundadoras de Tierra Creativa.

Jabones y cremas orgánicos

Se conocieron en uno de los tantos bazares que visitaban cada fin de semana para vender sus productos, y en una plática coincidieron en que ya estaban cansadas de andar de aquí para allá, además de que la gente se aburre de ver casi siempre lo mismo; que lo mejor era establecer su propio punto de ventas.

Entonces, definieron un plan de negocios.

Y así, una vez decididas, fueron sumando a otras artesanas que habían ido conociendo en los mismos bazares, y también se adhirió un chico que fabrica alebrijes con alambres y semillas, por lo que los llama alambrijes.

Iniciaron con sus propias creaciones.

María del Pilar Hernández García pinta sobre maderas.

Su padre le diseña piezas, cruces, alhajeros, corazones y algunas figuras para joyas, y ella las pinta.

Rosa María fabrica jabones y cremas de coco y otros ingredientes naturales como la miel, zanahoria; todo orgánico.

El chico de los alambrijes da vida a todo un zoo con especies multicolores.

Y en el local lucen también las minúsculas piezas o pendientes creadas de porcelana fría, además de unos accesorios terminados en tejidos y otras piezas de madera pintadas pero que pertenecen a otra artesana y no a Pilar Hernández.

Tierra Creativa es un local lleno de colores.

Este sábado fresco y opaco, las coloridas artesanías dan un ambiente de alegría al local 30 del andador San Roque.

Tras el mostrador, está María del Pilar Hernández García, junto a su hijo Diego de seis años, quien regularmente los fines de semana acompaña a su madre y la ayuda con algunos detalles de los productos, pero este día se entretiene con un juego en monitor.

María del Pilar Hernández nació en el estado de Jalisco, pero al mes de nacida sus padres la trajeron a Chiapas. Su madre es del municipio de Villacorzo, del estado ubicado en la frontera sur de México, y su padre es de Zapopan, Jalisco.

Pero, entre risas, dice que ella es chiapaneca, porque sus papás solamente la llevaron a nacer en Jalisco, porque su infancia, adolescencia y una parte de su juventud transcurrió en Villaflores, de donde hace 17 o 18 años salió y se instaló en Tuxtla Gutiérrez para cursar los estudios profesionales en el área de Diseño gráfico.

Pese a que de niña le gustaba pintar, en su juventud optó por la carrera de Diseño gráfico y en una gran parte de sus 38 años dejó la pintura en segundo plano, por lo que ha sido su mamá quien ha rescatado unos cuadros de jarrones, ollas y utensilios de cocina y los mandó a enmarcar para colgarlos en las paredes de su casa.

Pero hace unos cuatro años, tras un largo periodo de trabajo de diseño editorial en una imprenta y de secretaria en otra área, se decidió de nuevo por la artesanía; hacía poco que había empezado a pintar algunas piezas de madera y notó que a la gente le gustaba y le compraba, y entonces quiso de inmediato trabajar en lo propio.

―No me considero artista; soy artesana.

Eso lo deja en claro María del Pilar Hernández, y de inmediato platica sobre los productos que entregó en los últimos días:

―30 cruces de madera y 90 corazones.

Pinta corazones de madera.

―¿En qué se inspira?

―Soy una persona feliz.

Aquí, también se vende por mayoreo, y quienes más le compran a Tierra Creativa son los clientes locales, quienes admiran las creaciones de las mujeres y del chico y los animan a que sigan adelante con el proyecto.

―¿Y los turistas?

―También, pero quienes más compran son los locales.

Lo que admira a María del Pilar Hernández García es el hecho de que sean los clientes locales quienes están metiendo el hombro para que Tierra Creativa crezca más, independientemente de las sorpresas de los clientes extranjeros por la creatividad de las artesanas y del artesano, a quienes les externan su reconocimiento.

―No queremos crear lo que ya existe ―precisa María del Pilar Hernández García.

Y lo expresa con sencillez.

―Aquí en Chiapas hay gente que hace o crea cosas que no se hacen en ningún otro lado ―agrega.

Y cuando habla de eso, recuerda que ella y sus compañeras se decidieron de una vez por todas por el establecimiento de un punto de ventas luego de que en un área infantil de la ciudad otros vendedores le quitaran el espacio donde ofrecía sus productos, apenas vieron que el negocio de ella, que incluía la experiencia de adquirir y pintar un juguete de madera bajo la supervisión de un artesano, empezaba a prosperar.

―Nos corrieron ―dice.

Luego comenta que el emprendimiento no llega a ser tan fácil si no se cuenta con asesor o asesores, y en ese sentido el colectivo Tierra Creativa lo es por lo que aprende, por lo que lee y por lo que ve, además de la atención personalizada que le permite al cliente adquirir conocimientos sobre el producto que compre.

Tierra Colectiva lleva poco más de seis meses instalado en el andador San Roque, antes estuvo durante un año en un edificio cerca de la plaza central de la ciudad. Su traslado a este lugar ha sido parte de los cambios para el crecimiento. Y para seguir innovando, sus fundadoras están por irse a unas capacitaciones.

―Ya queremos dejar de ser emprendedoras, para convertirnos en una empresa ―suelta con alegría María del Pilar Hernández García.

El cielo se ha despejado; una corriente de aire fresca se siente en el local; de las ramas artificiales, mueven suavemente unas piececitas de color.

Son los corazones de Pilar.

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