Un lugar donde cortarse el cabello es vivir una experiencia

Joel González, con 28 años en el oficio de la peluquería en Chiapas, habla sobre el momento que se les regala a las personas que acuden a su salón

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Joel González

Este es un lugar donde cortarse el cabello se traduce prácticamente en una experiencia de vida. Y en un rato sabremos porqué. Mientras, Joel González toma asiento sobre el largo y mullido sillón. Con 28 años de su vida dedicados al oficio de la peluquería nos recibe con la paciencia y amabilidad de alguien que prefiere un entorno tranquilo y armonioso a un ambiente de ruidos. Su salón es un amplio y fresco espacio ―una combinación de casi todo blanco con los tonos oscuros de los pocos muebles y las sillas de rasurar― en el que este mediodía de martes se oye una relajante música de fondo.

El salón peluquería J&IM se ubica en una de las esquinas que forman las calles 2ª Oriente y 4ª Sur en la colonia Terán, ya una extensión de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez ―la capital de Chiapas― pero que pervive con sus tradiciones ancestrales. De modo que Joel González pertenece a una de las familias que constituyen la identidad del pueblo. Es el sexto de ocho hermanos y el segundo de los que en la familia han abierto una peluquería. Primero fue una de sus hermanas, quien a sus 13 años puso en marcha un pequeño salón en su casa. Joel abrió su negocio a sus 19 años, pese a que el primer corte lo realizó seis años antes.

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Salón peluquería de Joel González

Uno de sus tíos fue el primero al que Joel cortó el cabello. ¿Y todo salió bien? Sonríe primero y luego dice que al tío le agradó. Teniendo la hermana el salón en la casa, él observaba la manera en que trabajaba. Por eso no tuvo dificultades cuando el tío que no quería ir a alguna peluquería le pidió de favor le cortara el pelo. Y ahora, a casi tres décadas de dedicarse al oficio que considera como su vida misma, es rápido con la tijera. 19 minutos le ha llevado arreglarle el cabello a la primera de las dos personas que se presentaron mientras transcurría esta entrevista. El primero es ya cliente del salón, pero el segundo ha llegado por vez primera: es de Chiapas, ha estado en el norte del país y recién ha retornado. El segundo corte lo realizó en 15 minutos. Y ya entrados en el tema, cuenta que el menor tiempo que ha hecho es de 10 minutos.

Estando en la ciudad de México, en el servicio voluntario como parte de una congregación religiosa, llegó a realizar cortes en un tiempo que no iba más allá de 10 minutos. De las dos actividades que realizaba en una jornada, por las mañanas, de ocho a 12 del día, realizaba cortes gratis a los otros voluntarios, en horas fijas que eran parte de un sistema de disciplina en el lugar. Y el resto del día, hasta las cinco de la tarde, lo ocupaba en el área de rotativas, frente a máquinas que imprimían 38 mil revistas por hora. Luego asistía a reuniones de la misma congregación o se sumergía en la lectura de la Biblia una hora u hora y media. Así estuvo durante los dos años que duró su servicio voluntario.

Joel González supo desde temprana edad que se deben trazar objetivos en la vida para salir adelante. Y de esa manera, ya tenía un objetivo laboral claro cuando abrió un saloncito en el centro del pueblo de Terán. Quería tener un trabajo en el que fuera independiente. Esto no quiere decir que definitivamente no te sujetes a algo o a alguien. Pero, ¿para qué trabajar para otra persona si se sabe un oficio y hay la oportunidad de hacerlo para uno mismo? A veces, eso ya se trae, ya viene de familia. Cuando habla de esta parte que define su filosofía de vida, lo hace con la certeza y el convencimiento de que le ha funcionado y que eso permite que el salón mantenga a los clientes que regularmente pasan a formar parte del círculo de amistad.

Ah, pero se debe seguir aprendiendo. Joel González dice que también en su oficio nunca se deja de aprender y hay que irse actualizando. Por ello, en una ciudad donde las peluquerías se identificaban por el inconfundible distintivo de ser locales no muy grandes, de paredes gruesas y el frontispicio blanco con unas ligeras rayas rojas y azules, se impone con su estilo moderno, de puerta de cristal, el salón peluquería J&IM. Es el centro laboral de un hombre que combina la disciplina con los objetivos bajo un principio de vida: dedicarse a lo que realmente le gusta a uno y hacerlo bien. Y eso es lo que ha enseñado principalmente a los cerca de diez alumnos que ha tenido.

JoelEn esta parte interviene su esposa. Cuenta ella que la peluquería es realmente la vida de Joel; lo disfruta. Y eso es parte de lo que se le deja en claro desde el principio al aprendiz: si te gusta la peluquería, hazlo bien. Pero apenas llega, se le pregunta: ¿quieres aprender porque quieres trabajo y ganar dinero?, o ¿quieres aprender porque te gusta la peluquería? Si opta por la primera se le dice que mejor se dedique a otra cosa, porque querer dedicarse a un oficio sólo por mero trabajo o para ganar dinero, difícilmente se hará bien. Bajo esos principios es como opera el salón que abre de 11 a 15 horas y de 17:00 a 22:00 horas de lunes a sábado, salvo los viernes que abre un poco tarde en el segundo turno. Pero Joel González dice que en casos de urgencia ―porque un cliente va a viajar o tendrá un evento al día siguiente desde las primeras horas― hay servicio las 24 horas, porque estos tiempos tampoco están para dormirse en los laureles.

JoelEntonces, como en todos los casos, el salón se pone a disposición del cliente. Amplio, de aspecto minimalista y climatizado, recibe en un ambiente de silencio. Se procura que no esté nadie más que quien en ese momento acude para cortarse el cabello y Joel. El trabajo, regularmente acompañado de música relajante, transcurre místicamente. Todo el salón es para el cliente, quien podrá platicar a sus anchas si gusta hacerlo, algo que no se podría si en el espacio hay terceras personas. Regularmente los clientes sacan cita o cuando buscan de emergencia el servicio, primero preguntan si está libre el salón. Por eso, aquí más que pagar por el corte de cabello, se hace para pasar una experiencia de tranquilidad y quietud. Y así es como aquellos que alguna vez llegaron de paso y luego se hicieron clientes, ahora son parte del círculo de amistad de Joel González.

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