Sobresalir donde fue el infierno

Hasta hace tres años a Santiago Altunar Gómez nunca le había pasado por la cabeza la idea de que algo que prácticamente le destruyó la vida

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Sobresalir donde fue el infierno

Hasta hace tres años a Santiago Altunar Gómez nunca le había pasado por la cabeza la idea de que algo que prácticamente le destruyó la vida, le daría la oportunidad de mejorarla y la de su familia: el volcán Chichonal.

Alto, desgarbado, bravucón, de unos cincuenta años, es uno de los seis socios de una cooperativa que instaló un Centro Ecoturístico en una de las veredas principales que llevan al cráter del volcán que hizo erupción en marzo de 1982 y sepultó a comunidades en un área de diez kilómetros a la redonda.

Pero una tarde de hace tres años, mientras se encontraba tomando el fresco afuera de su casa en la colonia El Volcán, reacomodo cerca del Chichonal, supo que se le presentaba una oportunidad de mejorar su vida, mientras alguien que luego sería su socio le hablaba de la posibilidad de abrir un centro ecoturístico.

Lo habían buscado, porque uno de los terrenos que atraviesa la vereda al volcán en sus primeros dos kilómetros, y en la única parte llana, es suyo, un pedazo de terreno que le servía para darle pasto a unas bestias mulares. Su vida económica giraba en torno a la agricultura.

Ahora, como se turna con sus socios, él y su familia, esposa y dos hijos preparatorianos, se queda una semana en el Centro Ecoturístico para atender a las visitas: ofrecerles guía, alimentos y lugar de descanso. De lo que ingrese, una parte es para la economía familiar.

Esta mañana, mientras retira malezas de un rincón del patio del Centro Ecoturístico, dice que jamás pensó que su vida cambiaría para lo mejor, justo en un área donde quedó sepultada una comunidad: El Volcán.

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